Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

10 de Diciembre, Jornada de los Derechos Humanos

El próximo 10 de diciembre se conmemorará en el mundo entero el cuarto aniversario de la adopción por la Asamblea General de las Naciones Unidas reunida en París, de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Un retroceso de cuatro años puede parecer insuficiente para juzgar del alcance de un acontecimiento semejante, y, sin embargo, basta enunciar una simple verdad para convenuernos de que se trata de un acto capital: " Todos tos seres humanos nacen libres e iguales en dignidad".

Para quienes gozan de tos elementales derechos de igualdad y de libertad, esta idea parece cosa natural, pero al filo de la historia resulta de una gran audacia. Desde hace siglos los hombres se baten por lograrla, y el camino que conduce a la Declaración de 1948 se encuentra jalonado de crímenes individuales y colectivos contra la humanidad.

Si esta simple verdad se nos aparece hoy como natural, ello ha sido posible a consecuencia de una larga evolución de las costumbres, de espíritu y del derecho, que ha acabado por sacudir las reglas arcaicas del absolutismo y del régimen feudal. Pero no hay que creer que sea cosa nueva. Remontando el curso de los siglos en busca de los derechos del hombre, se la encuentra enunciada tanto en los textos constitucionales como en los discursos políticos, y en la expresión de la sabiduría indú o china, como en la exégesis de los canonistas.

Se la encuentra en el famoso discurso de Pericles, en el que éste definía así el régimen ateniense: "Su nombre es democracia, porque visa al interés no de una minoría sino del mayor número... Bajo el imperio de las leyes todos, en lo que se refiere a sus diferencias privadas, gozan de igualdad... Cada cual, según su manera de distinguirse, obtiene una preferencia fundada en el mérito y no la clase ; a nadie, si puede prestar servicios a la ciudad, se le impide hacerlo por la pobreza u oscuridad de su condiciona". Tucídides, gracias al cual conocemos este discurso, nos ha transmitido también esta admirable frase: " La libertad se confunde con la felicidad y el valor con la libertada".

Se la encuentra también en el pensamiento romano. Séneca ha, dicho: " Horno rex sacra homini". (El hombre es cosa sagrada para el hombre). Se la encuentra en el espiritualismo de la religión de Buda; en la sabiduría política de los alumnos de Confucio; en la moral del judaísmo; en la fraternidad humana del Islam; en la relación igualitaria del cristianismo; en las afirmaciones de los escritores de la Reforma, de los del siglo XVII así como en la filosofía humanitaria del siglo XVIII, que lanza sobre el mundo una ola de optimismo...

Se la encuentra en las Cartas y Constituciones que, en los distintos países en que fueron promulgadas, aseguran a los hombres algunos de los derechos que han sido enumerados en la Declaración de 1948. Entre los más antiguos de esos documentos puede situarse sin duda la Carta Magna de 1215, pero los más determinantes son la Declaración de Independencia americana de 4 de Julio de 1776 y la Declaración francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.

Sólo cuatro años han transcurrido desde la adopción de la Declaración de 1948. Desde entonces, los hombres se baten, viven en el temor de la guerra, en la amenazadora realidad de una crisis de la libertad y de una decadencia temporal de los derechos humanos. ¿Pero es ésa una razón para desalentarse? Menos que nunca. Donde estos derechos se encuentren más amenazados es donde hay que proclamar con renovado ardor la fe en las libertades fundamentales. Precisamente porque millones de seres se encuentran todavía privados de esas libertades es que hace falta intentar salvarlos.

Los derechos del hombre no tienen más enemigo que los hombres mismos. Los que están todavía encadenados claman su desesperación y quienes gozan de los derechos están, quizás, demasiado inclinados a encontrarlos perfectamente naturales, como aquél que respondía recientemente a la encuesta de una Organización: "Hay que subrayar que nuestra vida está de tal manera impregnada de los derechos del hombre, que difícilmente concebimos que hayan podido no existir".

Si todos los hombres del mundo quisieran darse la mano, se dice... Pues bien, no porque algunos se nieguen a dársela hay que dejar caer nuestros brazos. "Lo que sigue siendo ciertos, escribía Jean Jaurés en su discurso a la juventud, "es que a través de todas nuestras miserias, a través de todas las injusticias cometidas o sufridas, hay que dar amplio crédito a la naturaleza humana, y que uno se condena a no comprender a la humanidad si no tiene el sentido de su grandeza y el presentimiento de su incomparable destino".

"Esta confianza no es ni estúpida, ni ciega, ni frívola. No ignora los vicios, los crímenes, los errores, los prejuicios, los egoísmos de todas clases: egoísmo de los individuos, egoísmo de las castas, egoísmo de los partidos y egoísmo de las clases que hacen más pesada la marcha del hombre v absorben con frecuencia el curso del río en un torbellino revuelto y sangriento. Esa confianza sabe que las fuerzas buenas, las de la sabiduría, de las luces y de la justicia no pueden dejar de contar con la ayuda del tiempo, y que la noche de la servidumbre y de la ignorancia no se disipa por una iluminación momentánea total, sino que se atenúa únicamente por una lenta serie de auroras inciertas".

Para disipar "la noche de la servidumbre y de la ignorancia", es para lo que trabaja la Unesco, Su programa constituye, asimismo, una enumeración de los derechos fundamentales del hombre, y su actividad es un esfuerzo para transformarlos en una realidad. Lo mismo en la educación de base, cuya finalidad es ayudar a los pueblos hasta hoy poco favorecidos para que eleven su nivel de vida y resuelvan ellos mismos sus problemas económicos y sociales, que en la enseñanza elemental, estimulada por la Unesco para que se aplique en todas partes el principio de la instrucción gratuita y obligatoria, que en el acceso de las mujeres a la educación, en la libertad de los artistas o en la libre circulación del material cultural; frente a cada artículo de su programa hay inscrito un derecho humano, y frente a cada éxito de la Organización una victoria en beneficio de los hombres.

Llena de actividades múltiples, de esfuerzos incesantes y de obstáculos temibles, esta lucha de la Unesco por los derechos humanos, en permanente enlace con las otras Instituciones Especializadas de las Naciones Unidas, constituye el tema principal de este número de El Correo.

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Noviembre de 1952

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