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El Hombre y la naturaleza: vivir en armonía

Los contextos geográficos, económicos y socioculturales de las reservas de biosfera exigen no sólo una atención especial, sino también planteamientos innovadores en materia de investigación, conservación y desarrollo sostenible. La reciente incorporación de 22 nuevos sitios de 17 países a la Red Mundial de Reservas de Biosfera constituye un ejemplo sumamente ilustrativo de la acción de la UNESCO en pro de la conservación de la biodiversidad, así como de la diversidad cultural, con vistas al desarrollo sostenible.

En este número de El Correo de la UNESCO se presentan algunas de las nuevas reservas que están llamadas a desempeñar un papel importante en la lucha para evitar la erosión de la diversidad, impedir la disminución de los servicios prestados por los ecosistemas y contrarrestar los efectos nocivos del cambio climático y la urbanización rápida.

La noción de reserva de biosfera surgió en 1974, en el marco del Programa sobre el Hombre y la Biosfera (MAB) de la UNESCO, y la Red Mundial de Reservas de Biosfera se creó dos años más tarde. En el decenio de 1970 esa noción correspondía grosso modo a la de “zona protegida”, pero en el decenio siguiente fue englobando paulatinamente la idea de desarrollo sostenible. Hoy en día, al considerarse que las poblaciones humanas forman parte de la biosfera, el concepto de reserva de biosfera se centra más en la conservación y la educación científica con miras a promover una interacción beneficiosa de las sociedades humanas con su entorno.

A raíz del Segundo Congreso Mundial de Reservas de Biosfera, celebrado en Sevilla (España) en 1995, el triple objetivo esencial de las reservas se enunció claramente en dos documentos: la Estrategia de Sevilla y el Marco Estatutario de la Red Mundial de Reservas de Biosfera. Esa triple meta consiste en: preservar la diversidad biológica y cultural; propiciar enfoques innovadores para lograr un desarrollo sostenible en el plano económico y humano; y proporcionar un apoyo logístico, a fin de facilitar los trabajos de investigación, la vigilancia y las actividades en el campo de la educación y la formación.

Para cumplir esas funciones, las reservas de biosfera tienen que comprender tres zonas: una zona núcleo, integrada por una o varias áreas centrales dedicadas a la conservación de la diversidad genética de las especies y la diversidad de los ecosistemas; una zona tampón, dentro de la cual las actividades humanas deben ser compatibles con la conservación; y una zona detransición flexible con actividades humanas variadas, donde los protagonistas de éstas cooperan para explotar y administrar los recursos existentes de conformidad con los criterios del desarrollo sostenible.

El año pasado, en el Tercer Congreso Mundial de Reservas de Biosfera celebrado en Madrid (España), se aprobó un Plan de Acción (2008-2013) en el que se admitió la necesidad de elaborar modelos de desarrollo sostenible a escala mundial, nacional y local. Así, las reservas de biosfera se han convertido en “sitios de aprendizaje”, donde los principios universales del desarrollo sostenible se traducen en prácticas pertinentes a nivel local con vistas a hacer frente a desafíos de envergadura mundial como la disminución de la biodiversidad, la pérdida de servicios prestados por los ecosistemas, el cambio climático y la urbanización acelerada.

Natarajan Ishwaran, Director de la División de Ciencias Ecológicas y Ciencias de la Tierra de la UNESCO

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Junio de 2009