Akira Suzuki is a Japanese chemist and a 2010 Nobel Prize Laureate.

El Premio Nobel de Química 2010 se otorgó al estadounidense Richard Heck y a los japoneses EiIchi Negishi y Akira Suzuki por sus trabajos sobre la síntesis orgánica, que permitieron inventar uno de los instrumentos más complejos de la química: el acoplamiento cruzado. Una de las piedras angulares de esta inmensa construcción científica se ha denominado “reacción de acoplamiento de Suzuki”, en homenaje al galardonado entrevistado en estas páginas. Akira Suzuki nos habla de sus investi gaciones y, además, alienta a los jóvenes a que no abandonen los estudios científicos y se orienten hacia la química para hacer de ella una nueva ciencia.
Entrevista de Akira Suzuki por Noriyuki Yoshida
¿Para qué puede servir el acoplamiento cruzado?
Le daré un ejemplo para que lo comprenda enseguida. Tras el anuncio del Premio Nobel, me pidieron tantas entrevistas que me subió la tensión arterial. Mi médico me recetó un hipotensor y el farmacéutico me explicó que ese medicamento había sido sintetizado gracias al “acoplamiento de Suzuki”. Este procedimiento químico se utiliza también para fabricar algunos antibióticos y medicamentos contra el cáncer y el sida.
En el ámbito de los sistemas informáticos y de comunicación, el acoplamiento se usa también en la síntesis de los cristales líquidos que se necesitan para las pantallas de televisores y ordenadores, o para los visualizadores electroluminiscentes con que suelen estar provistos algunos aparatos pequeños como los teléfonos celulares.
¿Cuánto tiempo necesitó para poner a punto este método?
El descubrimiento de la reacción de acoplamiento sólo tomó unos dos o tres años, a finales de los años setenta. Pero desde 1965, año en que regresé de Estados Unidos después de acabar mis estudios en la Universidad de Purdue, estuve trabajando sobre la química del boro, un metaloide pariente del carbono. Por lo tanto, hay que decir que es el resultado de diez años de investigaciones.
¿Cuál fue la reacción en su entorno cuando comenzó a trabajar en ese ámbito?
En general, se consideraba que las posibilidades de éxito eran nulas. Por eso había muy pocos investigadores en el mundo en ese terreno. Pero como soy optimista por naturaleza, pensé que los inconvenientes podrían convertirse en ventajas. Me dije que superando las dificultades sería posible poner a punto un procedimiento de síntesis estable y de fácil utilización.
Suele decirse que la suerte desempeña un gran papel en la investigación. ¿Usted qué piensa de eso?
Al comenzar un trabajo de investigación no hay que contar con el azar. La investigación debe ser racional ante todo. Es importante analizar correctamente los éxitos y fracasos de los experimentos y tenerlos en cuenta en la fase siguiente. Luego, la suerte puede intervenir. Todos podemos tener suerte, pero para atraerla debemos estar atentos, esforzarnos y ser siempre modestos.
De niño, ¿le apasionaba la ciencia?
Nací en la pequeña ciudad de Mukawa, al sur de Sapporo (Hokkaido). La ciudad se llama hoy Shishamo. En la escuela primaria fui un chico como los demás. Me gustaba ir a pescar con mis compañeros y jugar al béisbol. Por aquel entonces no existían los juku [escuelas privadas que ofrecen cursos vespertinos de refuerzo] y los niños éramos más libres e impetuosos. A mí no me interesaba especialmente la ciencia, pero en la escuela secundaria me gustaron las matemáticas. Hoy, retrospectivamente, creo que lo que me gustaban eran las cosas claras.
¿Por qué eligió estudiar química al llegar a la universidad?
En realidad, ingresé en la Universidad de Hokkaido para estudiar matemáticas. Pero en un curso de química di con un manual de esta ciencia, lo leí y me impresionó mucho. Su autor era un profesor de química orgánica de la Universidad de Harvard. Me costó muchísimo leer aquel libro en inglés, pero lo encontré muy interesante. Así que acabé olvidándome de las matemáticas.
Durante mis estudios de química, el profesor Harusada Sugino ejerció en mí una gran influencia porque me enseñó para qué servía la química y el por qué de su importancia. Debo decir que no sólo se interesaba por esta ciencia. Llegó a ser rector de la Universidad de Hokkaido y presidente de la Comisión Nacional Japonesa para la UNESCO.
Entre 1963 y 1965, usted estudió en Estados Unidos, en la Universidad de Purdue, donde fue alumno, con su colega Ei-ichi Negishi, de Herbert Charles Brown, Premio Nobel de Química de 1979.
Cumplidos ya mis treinta años, ejercía la docencia como profesor adjunto en la Universidad de Hokkaido y estaba buscando un tema de investigación. Un día, entré en una librería de Sapporo y eché una ojeada a los libros de química. Me fijé en uno de tapa negra y roja que parecía un libro de literatura. Lo tomé y vi que su autor era el profesor Brown. Me interesó tanto que pasé noches enteras leyéndolo. Resolví escribir una carta a este profesor para decirle que quería estudiar con él, y así fue como partí con rumbo a los Estados Unidos.
En Estados Unidos yo era tan sólo un estudiante de posdoctorado, pero mi sueldo era cuatro veces mayor que el de un profesor adjunto en Japón. Además, recuerdo que la carne y la gasolina eran muy baratas… Realmente fue por entonces cuando me percaté de la diferencia que había entre los dos países. Había también muchos investigadores extranjeros y me hice muchos amigos. Los intercambios con ellos me abrieron las puertas de mundos que desconocía. Cuando estamos entre japoneses, podemos entendernos casi sin hablar, pero al sumergirse en otra cultura hay que hablar mucho para comprenderse. Así aprendí inglés. Recomiendo a los jóvenes que no vacilen en viajar al extranjero. Se aprende mucho, y no sólo en el plano profesional o de la especialización.
¿Qué le enseñó el profesor Brown fuera del campo de su investigación?
El profesor Brown decía a menudo: “Realicen un trabajo que sea digno de un curso”. Con eso quería decir que hiciéramos algo nuevo, que se pudiese publicar en un curso y que fuese también útil. No era fácil, pero yo mismo he acabado por decirles a mis alumnos que “no limpien el recipiente del almuerzo con un escarbadientes”, una expresión japonesa que significa no detenerse en detalles nimios e inútiles. También les digo que llenen ese recipiente con sus propios productos.
¿Existe un método de trabajo que garantice el éxito?
Aunque existiera no se podría exigir a nadie que lo adoptase. Cada uno tiene sus propias cualidades y todo lo que puede hacer es aprovecharlas. En mi caso, creo que mi cualidad era el optimismo. Cuando los experimentos no salían bien, me iba a beber un trago y a distraerme con los alumnos, y al día siguiente reanudaba mis experiencias con un espíritu nuevo.
En su opinión, ¿qué se debe hacer para que las nuevas generaciones se interesen más por la química?
Los jóvenes se alejan de la ciencia y esto es un problema muy serio. Este fenómeno es particularmente evidente en Japón. Lo único que se puede hacer en un país como el nuestro, desprovisto de recursos naturales, es crear cosas nuevas a base de ingenio.
A los jóvenes, y solamente a ellos, les incumbe encontrar en la ciencia sus esperanzas e ideales. En mi condición de “anciano”, lo que más deseo es brindarles todo mi apoyo. Gracias al Premio Nobel, la expresión “acoplamiento cruzado” empieza a ser conocida, incluso entre los niños. La difusión y vulgarización de la ciencia me motivan enormemente.
En su opinión, ¿cuál será nuestra relación con la química en el futuro?
La química no tiene muy buena prensa en nuestros días. Se asocia a los malos olores y la suciedad, y puede llegar a provocar aversión. Ya estaban así las cosas en nuestra juventud, pero en ese entonces la petroquímica estaba en pleno auge y muchos estudiantes optaron por ella.
Actualmente, algunos cometen el error de considerar que la química es una industria exclusivamente contaminante, pero sin ella la productividad disminuiría y no podríamos vivir como vivimos hoy. Si hay contaminación es porque se vierten en la naturaleza productos nocivos. Es necesario, evidentemente, mejorar el tratamiento y la gestión de los desechos, elaborando al mismo tiempo sustancias químicas y procedimientos de síntesis que no contaminen el medio ambiente.
La química es indispensable para el desarrollo del Japón y del mundo. Me gustaría que los jóvenes estudiaran química con la idea de crear una nueva ciencia. Hasta el presente se han realizado muchos descubrimientos y creaciones, lográndose así fabricar un número incalculable de sustancias. La química seguirá teniendo una gran importancia en los años venideros.
¿En qué ámbitos será necesario desarrollar la química orgánica en el futuro?
Creo, como el profesor Negishi, que será necesario orientarse hacia la industrialización de la fotoquímica basada en el dióxido de carbono, como la fotosíntesis de las plantas. El rendimiento energético obtenido en este sector es todavía escaso. La naturaleza produce compuestos orgánicos complejos a partir del dióxido de carbono, utilizando la luz solar como fuente de energía. Además, esas reacciones se producen a la temperatura en que vivimos y en un medio ambiente donde el agua existe. Espero que logremos dilucidar algún día esos mecanismos y aplicarlos.
Se ha proclamado 2011 Año Internacional de la Química. ¿Desea transmitir con este motivo un mensaje a los lectores del Correo de la UNESCO del mundo entero?
La química desempeña un papel muy importante en nuestra vida. La mayoría de las especialidades y tecnologías químicas tienen por objeto fabricar productos destinados al bienestar a la humanidad. La cantidad de sustancias fabricadas en el mundo es considerable y nadie conoce su número con exactitud, pero la casi totalidad de ellas son compuestos orgánicos. Por eso, la química orgánica es una de las ramas más importantes de esta ciencia y merece que cada vez más personas se interesen por ella y contribuyan a su desarrollo.