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El Gesto, el ritmo y lo sagrado: nostalgia de los orígenes

Se diría que Occidente vuelve a descubrir lo que quizás Asia y Africa no han olvidado nunca: el papel esencial del gesto y el ritmo en la vida de los individuos y en la génesis de las sociedades. Al parecer, hay gestos naturales, funcionales y ritualizados y ritmos biológicos, estacionales y cósmicos que acompasan en secreto nuestra relación íntima con las cosas, con nosotros mismos y con el mundo circundante. Y es así como los antropólogos y los historiadores de las religiones, pero también quienes cultivan las artes plásticas, la danza o la poesía, vuelven a reconocer a esas nociones una función primordial durante mucho tiempo olvidada.

En efecto, desde hace dos siglos la sociedad industrial ha instaurado la preeminencia del intelecto sobre lo corporal y de la razón frente a la intuición, a la vez que ha impuesto la adaptación progresiva del hombre al tiempo cronológico más que al tiempo biológico, a las exigencias de la máquina más que a los dictados de la naturaleza. Junto con traducirse en un dominio formidable sobre las cosas, esa situación ha acarreado con frecuencia una pérdida progresiva de la relación de cada cual con su cuerpo, con su entorno y con los demás.

Y tal vez como una reacción ante esos excesos surgen hoy día manifestaciones personales o colectivas de muy diversa índole, e incluso opuestas, pero que tienen en común una búsqueda de los valores del cuerpo y de la naturaleza o una nostalgia de comuniones fraternales y de grandes ritos colectivos. La afición generalizada al ejercicio físico y al deporte, el éxito de la práctica del yoga, el zen y la meditación, la hegemonía de las músicas rítmicas y bailables, los conciertos gigantescos que congregan decenas de miles de personas, expresan esa aspiración a un mundo menos abstracto, menos descarnado y menos individualista.

Algunos piensan que el movimiento va aun más lejos y que probablemente su alcance sea más vasto, más esencial. A su juicio, consiste en un retorno a algo primordial: gesto y ritmo nos ofrecen un acceso privilegiado a algunas verdades fundamentales, a una sabiduría original que reconcilia la naturaleza con la cultura, lo profano con lo sagrado, al hombre con el cosmos.

Existe hace tiempo un acalorado debate entre los que sostienen que la noción de origen remite al ámbito de lo histórico, lo social y lo cultural y quienes piensan que tiene que ver más bien con lo trascendente y lo espiritual. Y ese debate no tiene visos de llegar pronto a una conclusión. No obstante, hemos creído poder enriquecerlo haciendo oír algunas notas originales acerca del gesto, el ritmo y lo sagrado. 

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Septiembre de 1993