
Historia de un caballo colosal
En 1482 Leonardo, que entonces tenía 30 años y era ya un artista brillante y seguro de sí mismo, escribió una singular carta al Duque de Milán, Ludovico Sforza, ofreciéndole sus servicios como ingeniero y arquitecto. Al final de ella, y refiriéndose a la estatua ecuestre que Ludovico quería erigir a la memoria de su padre Frencesco Sforza, en un hábil intentó de suscitar su interés, le dice el artista : "En cuanto al caballo de bronce, puedo ponerme manos a la obra, para gloria immortal del príncipe, vuestro padre, de feliz recordación".
Leonardo fue contratado por Ludovico como ingeniero y durante unos diez años estudió y planeó la manera de construir el gran monumento, y aun tuvo tiempo para pintar La Ultima Cena y para divertir a la corte con espectáculos artísticos por él dirigidos.
Al comienzo la estatua iba a ser de tamaño natural, pero las dimensiones del monumento aumentaron en la misma proporción que el poder y la ambición de Ludovico. Finalmente, sólo el caballo debía tener más de 7 metros de alto. Para fundirlo se requerían 100 toneladas de bronce. Hasta entonces nadie había intentado erigir una escultura de semejantes dimensiones.
Leonardo quería fundir la colosal estatua en una sola operación a fin de evitar las junturas que estropean las obras fundidas por partes. Pero la técnica de su época era inadecuada para realizar tan ambicioso proyecto.
Hacia mayo de 1491 Leonardo había terminado ya un modelo en arcilla del enorme caballo, el cual fue descubierto en el viejo patio de la residencia ducal de Ludovico durante la ceremonia de sus esponsales, convirtiéndose inmediatamente en una de las maravillas de Milán. Pero jamás llegó a realizarse la fundición de la escultura: el bronce reservado a tal fin fue enviado en 1494 al Duque de Ferrara para que construyera cañones.
Durante más de cuatro siglos nadie pudo saber a ciencia cierta cómo habría podido Leonardo resolver los intrincados problemas que planteaba la fundición de un monumento de tal magnitud. La cuestión ha quedado ahora aclarada en unas veinte páginas fascinantes del Códice Madrid II, de as que puede decirse que nos permiten escuchar a Leonardo "pensando en voz alta". Prácticamente constituyen un tratado sobre los problemas de la fundición.
Leonardo dibujó primero la postura del animal. Luego hizo los croquis del molde. "Puede ser construido en un día – escribe –. Una media barcada de yeso será suficiente. Bien." Inicialmente pensó fundir el caballo acostándolo de lado, pero luego cambió de parecer y consideró mejor colocarlo de espaldas. Para ello, diseñó los dispositivos que mantendrían el molde cerrado por fuera. Su fértil imaginación resolvía todos los problemas, como demuestran claramente las páginas del Códice madrileño.
Leonardo abandonó el procedimiento tradicional de moldeado a la cera perdida, consistente en recubrir el modelo de arcilla con una gruesa capa de cera, comprimiéndola después en un molde también de arcilla. Sometida al calor, la cera derretida se escurre, siendo sustituida por el bronce fundido. La mayor desventaja de este procedimiento es que se pierde el modelo original.
El método de Leonardo resulta mucho más complejo. El códice de Madrid no lo describe en todos sus detalles, pero puede reconstituirse aproximadamente como sigue: A partir del primitivo modelo de arcilla debía fabricarse un molde hembra (exterior) de yeso, que se recubría con cera o con barro de alfarero, y en el interior se colocaba un molde macho de arcilla refractaria.
Luego se cocía el molde macho, se extraía la capa de cera o de barro, y en el espacio vacio que quedaba entre los dos moldes se fundía un contramolde de cera, verdadera réplica del modelo en la cual se corregían todas las imperfecciones; sobre ella se construía después un nuevo molde hembra de arcilla refractaria. Se calentaba la cera hasta que se derritiera, se retiraba el molde exterior, ya reforzado, y se lo adaptaba al molde macho. Acto seguido se vertía entre los dos el bronce fundido.
Tal fue el nuevo procedimiento concebido por Leonardo. Pero los acontecimientos políticos no le dieron la oportu¬ nidad de ponerlo íntegramente en práctica.
El colosal caballo de arcilla tuvo un triste fin. Cuando las tropas francesas conquistaron Milan en 1499. los arqueros lo utilizaron como blanco para sus prácticas de tiro. Pronto quedó reducido a pedazos; el molde se perdió poco después.
Es interesante señalar que 200 años más tarde, en 1699, cuando se erigió en París una inmensa estatua ecuestre de Luis XIV, el procedimiento de moldeado y de fundición que se empleó fue casi idéntico al de Leonardo.