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Los derechos humanos son inalienables e indivisibles

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Stéphane Hessel en la UNESCO
© UNESCO/Michel Ravassard

Superviviente de los campos de concentración nazis, Stéphane Hessel es un diplomático y escritor franco-alemán que participó en el gran acontecimiento de la redacción de la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948. Hessel nos dice por qué este documento es único en su género y por qué ha de seguir siendo universal…, pero también nos explica por qué hoy en día quizás no fuese posible adoptarlo.

Entrevista de Stéphane Hessel con el periodista francés Vincent Noce.

 

¿En qué atmósfera se adoptó la Declaración?

En una atmósfera de alivio. No hay que olvidar que estábamos ya en un momento en que la oposición entre los Estados Unidos y la Unión Soviética era cada vez mayor. De los cincuenta primeros Estados Miembros de las Naciones Unidas, unos treinta eran países occidentales. Por lo tanto, la batalla no estaba ganada de antemano. Hubo siete Estados que se abstuvieron en el voto, pero como sólo se contabilizaban los votos a favor y en contra, la Declaración se adoptó por consenso. Dio la casualidad de que la Asamblea General que adoptó la Declaración –la tercera celebrada por las Naciones Unidas– tuvo lugar en el Palais de Chaillot de París, porque todavía se estaba construyendo en Manhattan el edificio que más tarde sería la sede definitiva de la Organización. La prensa mundial acogió con entusiasmo la aprobación de la Declaración, aunque a decir verdad no seguía muy de cerca lo que ocurría en la ONU, sobre todo en los países europeos donde el nacionalismo era bastante considerable.

¿Qué nos dice de los trabajos preparatorios?

La primera reunión del llamado comité restringido se celebró a principios de 1946 en Manhattan. La secretaría se hallaba en una antigua fábrica de material aeronáutico de Long Island. Los miembros del comité nos reuníamos unas veces en Nueva York y otras en Ginebra. Uno de los mayores impulsores de los trabajos preparatorios fue el francés René Cassin. Gracias a él se llegó a redactar, por primera vez en toda la historia de los textos del derecho internacional, un documento ambicioso y único en su género. Trabajábamos bajo la autoridad de un francés, Henri Laugier, Secretario General Adjunto de las Naciones Unidas para Asuntos Sociales y Derechos Humanos, y de un canadiense, John Humphrey, Director de la División de Derechos Humanos, que era manco. Esto le daba una cierta aureola al comité porque podía pensarse que era un inválido de guerra [Nota de la redacción: En realidad, Humphrey sufrió la amputación del brazo en su infancia].

Algo más tarde, en 1947, se constituyó la Comisión de Derechos Humanos que prosiguió la labor del comité restringido. La comisión fue presidida por Eleanor Roosevelt, que desempeñó un papel extraordinariamente dinámico en la conducción de los trabajos.

Es preciso subrayar que los miembros de esa comisión no representaban a sus gobiernos. Las autoridades nacionales los proponían al Secretario General de la ONU, en función de sus competencias, y era éste quien los nombraba. Esto nos daba un amplio margen de libertad, aunque procurábamos obrar con cautela para no crear demasiadas dificultades a los Estados. Me consta que René Cassin nunca mantuvo informado al gobierno francés de los trabajos.

A mí me llamaron en febrero de 1946 para ocupar el cargo de director del gabinete de Henri Laugier, y así pude participar activamente en los trabajos preparatorios de la Declaración. Pasé cuatro años en las Naciones Unidas. Fue una época de efervescencia e innovación extraordinarias que hizo de la ONU la gran institución que hoy todos conocemos.

En el comité hubo algunos problemas enojosos, como el de los territorios bajo tutela. No hay que olvidar que todavía estábamos en la época de los imperios coloniales. Sin embargo, la principal tensión era la que se daba entre los países occidentales, más atentos a las libertades, y los del Este,que privilegiaban los derechos económicos y sociales. 


Eleanore Roosvelt
© UN

 

Usted ha dicho que el texto de la Declaración es único en su género

Efectivamente. Desde su preámbulo mismo, proclama el derecho a la dignidad de todos los seres humanos. Ese era el objetivo que perseguíamos, después de haber vivido dramas como los de Auschwitz, Hiroshima y otros muchos más. Los Estados se encontraron, bajo el liderazgo indiscutible de Roosevelt, en el marco de una institución sólida que afirmaba los derechos y las libertades de la persona.

La antepasada de la ONU, la Sociedad de Naciones, se había fijado el objetivo de preservar la paz entre los Estados, sin ocuparse de los individuos. Por su parte, la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789, que apuntaba a la protección de los ciudadanos de un país contra la arbitrariedad de un poder monárquico, sentó las bases ideológicas de los derechos humanos. Ahora bien, llevar esa protección al plano internacional, e incluso universal, no cabe duda de que fue una empresa muy audaz.

Esa fue la innovación de la Declaración de 1948: proclamar que todos los gobiernos son responsables de la dignidad y los derechos de la persona humana. Ese es el catecismo de la democracia. Dicho sea de otra manera, no se gobierna por el placer de ejercer el poder, sino para garantizar el funcionamiento de una sociedad democrá- tica. En la Declaración pudimos consignar que los gobiernos son responsables de que los ciudadanos puedan ejercitar o no sus derechos. Así se afirmó la responsabilidad universal para con los derechos humanos. El adjetivo “universal” reviste, obviamente, una importancia fundamental

¿Por qué un régimen como el de los jemeres rojos de Camboya ha podido ocupar un escaño en la ONU?

En la ONU no había criterios de admisión como los que hoy imponen los Estados de la Unión Europea a los nuevos miembros de ésta. Cualquier Estado recién independizado era admitido de oficio.Esto era inevitable, pero ha tenido sus consecuencias naturalmente. La ONU había apostado por lo siguiente: que los países ingresen y, una vez dentro, se irán viendo obligados a respetar los derechos humanos.

Se puede decir entonces que existe un conflicto de fondo entre la diplomacia de la paz y la de los derechos humanos.

Son concesiones que se hacen a la cooperación entre los Estados. Cuando se habla de una diplomacia de los derechos humanos, eso supone lograr que los Estados den su consentimiento. La Declaración no es un tratado internacional de carácter vinculante, aunque después se adoptaran dos pactos de derechos, inspirados en ella, que sí son instrumentos jurídicos ratificados por los Estados. [Nota de la redacción: Se trata del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, adoptados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966]. Se puede incitar a los Estados a ratificar esos pactos y también se les puede amenazar con llevarlos ante la Comisión de Derechos Humanos para que respondan de sus actos. Pero las Naciones Unidas nunca excluyeron a un Estado, si se exceptúa el caso de la Sudáfrica del apartheid.

Algunos arguyen que la defensa de los derechos humanos es la defensa de valores exclusivamente occidentales.

Los derechos humanos son inalienables e indivisibles. Es absolutamente imprescindible reaccionar contra el relativismo. No se pueden aducir diferencias culturales para negarlos. Por lo demás, los propios países occidentales pueden incurrir en violaciones de esos derechos: ahí tenemos los casos de la cárcel de Guantánamo y la prisión de Abu Ghraib en Iraq. El hecho de que sean occidentales no disminuye para nada la responsabilidad de esos países. Debemos mantenernos fieles al principio de la universalidad de los derechos humanos. Esto es fundamental.

Cabe preguntarse si hoy en día la Declaración de 1948 tendría posibilidades de ser aprobada, como lo fue en su tiempo. 

Hoy no se dan las condiciones necesarias. La enorme conmoción causada por la Segunda Guerra Mundial permitió entonces hacer realidad una ambición tan radical. Sin embargo, el día de mañana podría producirse una conmoción parecida, por ejemplo en lo referente a la preservación del planeta, o a causa de una incontrolable invasión de la economía por la esfera financiera. En el contexto del espanto causado por un grave deterioro de la situación, la aprobación de un texto de alcance semejante al de la Declaración de 1948 –por ejemplo, para la protección del medio ambiente– podría tener las mismas posibilidades de éxito. En cambio, hace 60 años no se daban las condiciones para aprobar una declaración sobre la preservación del planeta.

 

Regrese al número Derechos Humanos: un camino de abrojos, noviembre de 2008

Stéphane Hessel

Diplomático, embajador, miembro de la resistencia, escritor y militante político franco-alemán, Stéphane Hessel participó en la redacción de la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948.