
Redescubrir 1492
La especificidad americana es el resultado de la confluencia de todos los pueblos - indígenas, ibéricos, africanos, europeos, árabes y asiáticos - que integran la población americana de hoy. Es el resultado de los que estaban, de los que arribaron sin saberlo y de los que vinieron con ambiciones o esperanzas, de los que fueron traídos a la fuerza y de quienes nacieron en el Nuevo Mundo.
Por ello, el mestizaje americano se ha convertido en fuente de integración y enriquecimiento, de convergencias y de mezclas creadoras, de clarividentes y madrugadoras concepciones sobre la condición humana, de miséricordes y desprendidas actitudes en defensa de la fe, de abigarradas relaciones interculturales transidas por enfrentamientos, resistencias, asimilaciones, aprendizajes y apropiaciones. ¿No afirmó acaso José Vasconcelos en La raza cósmica que "la misión de la raza iberoamericana" no es otra que transformarse en la redoma en la "que han de fundirse todas las culturas para crear una sola"?
América es el crisol que anuncia el único futuro posible para el resto del mundo: la convivencia en paz de seres humanos provenientes de horizontes y culturas muy distintos, y donde todas las voces, se mezclan, entreveran y entrecruzan, formando la urdimbre, densa y compleja, de la existencia futura de la humanidad.
Humanidad global y compleja, hecha transparente y simultánea por obra y gracia de las telecomunicaciones, milagro al que han contribuido, fundamentalmente, las lenguas comunes que comparte Iberoamérica el español y el portugués tan propicias a los intercambios. Algunos recuerdan el poder "imperial" de la lengua, realzado por Nebrija al afirmar ante la reina Isabel de Castilla que su Gramática del castellano servía para "conquistar un mundo", pero es evidente que América Latina ha dejado hace mucho de ser el patrimonio de metrópolis que imponen una "sintaxis" determinada, para ser expresión de renovación del idioma y, sobre todo, ámbito de comunicación internacional que le abre los grandes escenarios de la historia.
Gracias a las lenguas vehiculares ibéricas, los países latinoamericanos reivindican ahora y desarrollan su propia herencia étnico-lingüística entre ellos y frente al mundo, y participan en el diálogo múltiple y cruzado de la cultura contemporánea, empezando por la literatura. "La patria del escritor es su lengua" sostenía Francisco Ayala en El escritor de lengua española. Y sólo una lengua común puede ayudar eficazmente a construir una "patria grande".
Bolívar escribió que "la educación es la base de la libertad" y soñó con una América Latina unida. Sin el hilo conductor de la lengua y del espíritu, sin el respeto y fomento de las culturas originarias nunca será realidad aquel gran sueño. Aquel gran sueño que pareció desmentirse por más de ciento cincuenta años de fraccionamiento, y que hoy vuelve a estar vigente en la voluntad política de integración del hemisferio. La creación de espacios de libre comercio y mercados comunes subregionales, por un lado, y la cooperación en campos educativos y científicos por el otro, marcan un proceso que ha tenido su expresión política en la Primera Cumbre Ibero-americana reunida en Guadalajara, México, los días 18-19 de julio de 1991.
Se ha puesto así en marcha un proceso de integración en los campos económico, educativo y científico a los que deben seguir otros en el plano cultural, como la libre circulación de bienes y servicios, y ello situando los problemas de América Latina en su dimensión planetaria y actuando sobre los problemas de carácter mundial (medio ambiente, por ejemplo) que se prestan a soluciones endógenas.
La imaginación resulta ser más importante que el conocimiento cuando invita a reformas radicales que son indispensables para reducir las desigualdades existentes, verdadera "deuda moral" contraída por los países más adelantados hacia América Latina y, también, "deuda social interna" de países donde las diferencias sociales y económicas condenan a vastos sectores de la población a situaciones extremas de pobreza crítica. La imaginación es, pues, imprescindible para crear "nuevos modelos" que deben proyectarse a partir de la propia realidad cultural de la región en la que confluyen su pasado agridulce y su asimétrico y dinámico presente, hacia un futuro en el que se depositan tantos anhelos e ilusiones.
Esta tarea compartida es el desafío común y la esperanza no sólo de América Latina sino de la humanidad entera. Es, asimismo, la mejor forma de conmemorar 1492 aniversario - del encuentro no sólo de "dos mundos", sino del hombre contemporáneo con su destino universal, es decir, consigo mismo.