
¿De dónde viene el racismo?
Un pensamiento complejo, decíamos en nuestro último número. Los progresos fulgurantes de la genética nos recuerdan su urgencia, al darnos un nuevo ejemplo del peligro que nos acecha cuando nos conformamos con pensar de modo simple, con rozar la superficie de las cosas, confundiendo la espuma de las olas con el fondo del océano.
Se nos anuncia, sin cesar, el descubrimiento de genes que predisponen a ciertos cánceres, a las enfermedades cardiovasculares, a la obesidad; al parecer, también hay uno que llevaria al suicidio; otro que détermina un temperamento "innovador".
Esas informaciones dan cuenta de trabajos acuciosos, que se traducen en avances cientificos y tal vez, mañana, en progresos tecnolôgicos y terapéuticos de vasto alcance. Pero cuando Megan, simplificadas al máximo, al lector o al telespectador no especializado es decir a cientos de millones de personas esas informaciones pueden hacer estragos. Porque en vez de ver en el gen una de las claves entre otras del mundo viviente, muchos tienden a buscar en él la expli- cación definitiva de todo. Existe la impresión de que estamos programados, desde antes de nuestro nacimiento, para tener determinadas cualidades y defectos, y ¿por qué no? determinadas virtudes y vicios.
Además de que lo innato cobra una importancia desmesurada frente a lo adquirido, los juicios de valor se confunden subrepticiamente con las comprobaciones clínicas. Una tara que solo es virtual se convierte insensiblemente en algo fatal. Un mero punto débil se transforma en un impedimento global. Esa tendencia a creer en un determinismo simplista ya es grave cuando instaura una jerarquia o sugiere una desigualdad entre individuos. Se torna criminal cuando prétende définir clases de poblaciones aquejadas, de por sí, de un impedimento especîfico o gratificadas con un determinado índice de superioridad. La genética nada tiene que ver con ello, pero puede servir, como el darwinismo a fines del siglo XIX y la biologîa a principios del XX, de nuevo pretexto a viejas inclinaciones.
Ahora bien, atravesamos un periodo en que el racismo, una vez más, renace de sus cenizas con una virulencia y una capacidad de diseminación que parecian superadas desde el término de la Segunda Guerra Mundial. Por eso nos ha parecido necesario hoy dîa volver a las raices del mal, al origen oscuro del racismo, al enigma en que se basa y que, a través de metamorfosis sucesivas, lo perpétua en el espacio y en el tiempo.
¿De donde viene, y renace, el racismo?
Para Wieviorka, es un corolario de la modernidad, cuya reaparición lleva la impronta del choque entre la mundialización económica y la afirmación de las especificidades culturales. Para Balibar, es un terrible instrumento de identificación colectiva, cuya evolución a menudo se confunde con formas de dominación social. Steinberg destaca que solo una polîtica decidida puede hacer tambalear las estructuras de las que arranca la discriminación. Y Jacquard nos recuerda que si bien la ciencia no cesa de desmentir las supuestas justificaciones "cientificas" del racismo, este último sigue nutriéndose de nuestros temores y nuestras inhibiciones. Por último, también nos dimos el lujo de extraer, de ciertos textos ineludibles de Canetti y Lévi-Strauss, elementos que completan el anâlisis de esta maldición de la que Gandhi decîa que, en primer término, le parecia un "misterio". Quizâs porque procède de las profundidades recônditas de lo irracional donde existe el riesgo de percibir al Otro como una negación de sî y que solo puede conjurarse entonces con la exhortación, esencialmente ética, a ver, por el contrario, en el Otro uno de los multiples rostros de Sí mismo.
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