Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

SIDA: estado de emergencia

El virus de la inmunodeficiencia humana afecta a niños y adultos, ricos y pobres, negros y blancos, en el Norte como en el Sur. Al igual que la contaminación ambiental, no conoce fronteras. Es un peligro para todos nosotros, y ningún país, por rico que sea en recursos científicos y en medios institucionales, puede enfrentarlo solo. La humanidad debe unirse para vencerlo.

Son numerosos los que luchan ya contra la enfermedad, dentro del sistema de las Naciones Unidas o en equipos nacionales, como una actividad profesional o voluntaria, o en el seno de asociaciones o de movimientos locales. Gracias a todos esos esfuerzos se han logrado progresos considerables en muchos frentes investigación, atención médica y prevención.

Pero esos progresos son insuficientes. Por sus graves consecuencias humanas y su impacto en la vida económica y social, el flagelo del sida ha adquirido una dimensión cuya complejidad aun no se entiende del todo. Al acentuar las enormes diferencias que existen entre los países, compromete los esfuerzos de desarrollo de los más desfavorecidos. AI actuar como revelador, hace más patentes los efectos nocivos de la ignorancia y de la miseria y las desigualdades flagrantes de nuestro mundo frente a la salud, la información y la educación.

Teniendo en cuenta las características de esta pandemia, la gravedad de los problemas que plantea y la necesidad de coordinar mejor las acciones realizadas a escala internacional, las Naciones Unidas han decidido lanzar un programa conjunto contra el sida. La UNESCO desempeñará en ese programa el papel que le corresponde junto a la Organización Mundial de la Salud, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, el Banco Mundial, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Fondo de Población de las Naciones Unidas.

Informar y modificar los comportamientos

En ese aspecto la UNESCO tiene una vasta experiencia que se puede aprovechar, especialmente en materia de información y de educación preventiva, y también para modificar los comportamientos respecto del sida, tanto como enfermedad que como fenómeno social.

Una campaña de información y de comunicación sólo es eficaz si está adaptada al terreno sociocultural en que se desarrolla; la UNESCO pondrá a disposición de los demás participantes el fruto de sus investigaciones sobre ese factor omnipresente e imponderable que es la especificidad cultural.

También seguirá prestando ayuda a la investigación, á través de sus diversas redes de biología molecular y celular y de microbiología, y con la cooperación de la Fundación Mundial de Investigación y Prevención del Sida que el profesor Luc Montagnier y yo fundamos a comienzos de 1993. Nuestra primera inquietud es impulsar el intercambio de información y la cooperación entre investigadores de todas las disciplinas involucradas, así como impulsar la participación de especialistas de los países más duramente afectados, en particular los especialistas africanos.

La misión de la UNESCO consiste también, y tal vez sobre todo, en prevenir y combatir, en estrecho acuerdo con las comunidades interesadas, toda medida incluso legislativa dirigida a la exclusión de los enfermos o seropositives, o atentatoria contra sus derechos fundamentales o su dignidad. Y ello en nombre del ideal de "solidaridad intelectual y moral de la humanidad".

Una movilización internacional

El sida, que no es un ni fenómeno circunscrito geográficamente ni un problema exclusivamente médico, pone de manifiesto la interdependencia de nuestros destinos a escala mundial así como la necesidad de una estrategia interdisciplinaria concertada. Por consiguiente, la movilización internacional indispensable a tal efecto no puede limitarse a la acción del sistema de las Naciones Unidas.

Tiene que contar con el apoyo de los Estados y los dirigentes políticos, pues de lo que se trata es de racionalizar los esfuerzos y los medios que es necesario emplear. Dentro de cada país, los responsables de la salud, pero también de la economía, las finanzas y la educación han de desempeñar un papel decisivo en la lucha contra el flagelo: deben favorecer una acción preventiva concreta e integrar ese combate, en todos sus aspectos, en sus políticas y proyectos de desarrollo.

Los medios de que disponemos para luchar contra esta amenaza colectiva son limitados, sobre todo si se los compara con los medios de todo tipo invertidos en la defensa nacional. Contamos con presupuestos que permiten pagar el precio de la guerra, pero no hemos previsto el precio de la lucha contra el sida, el paludismo, la contaminación o la ignorancia, es decir el precio de la paz. Es preciso acelerar la transición de la vieja cultura de guerra a una nueva cultura de paz.

Por último, la acción internacional tendría pocas posibilidades de prosperar si no contara con el apoyo de cada individuo en el seno de la sociedad civil: organizaciones no gubernamentales, fundaciones, asociaciones, sector privado. Sólo la solidaridad en su sentido más genuino la que une estrechamente a los representantes de una misma especie frente a un enemigo común nos permitirá superar, gracias a la alianza de la ciencia con la sabiduría, la epidemia médica, pero también la ofensiva social, cultural, política y ética que el sida ha desencadenado contra la humanidad.

Lea este artículo. Descargue el PDF.

Junio de 1995