
El Egipto es un don del Nilo
"Invito a los gobiernos, a las instituciones, a las fundaciones públicas o privadas y a los hombres de buena voluntad de todos los países a contribuir al éxito de esta empresa sin paralelo en la historia": con estas palabras de llamamiento la solidaridad universal, inauguró el Director General de la Unesco, Dr. Vittorino Veronese, la campaña internacional para la conservación de los Monumentos de Nubia, durante una ceremonia impresionante celebrada el 8 de marzo en la Casa de la Unesco.
Vittorino Veronese, Director General de la UNESCO
Las obras de la gran presa de Asuán ya están en marcha; y antes de que transcurran cinco años, el valle del Nilo quedará transformado en un inmenso lago. Como consecuencia, sobre un número importante de prodigiosos edificios, altos testimonios de la vida y del arte de un largo período de la historia del hombre, pesa la amenaza de quedar sumergidos bajo las aguas de esa presa, cuyo embalse servirá para fertilizar vastas extensiones desérticas. Mas ¿a qué precio terrible se corre el riesgo de pagar esos nuevos campos que serán entregados a la obra de los tractores, esas nuevas fuentes de energía destinadas a las fábricas futuras?
Claro está que, cuando se trata de la subsistencia de hombres que viven y sufren, no se puede vacilar en decidir el sacrificio de efigies de pórfido y granito; pero nadie puede enfrentarse a tal problema, o sea a la necesidad de tomar una decisión semejante, sin desesperar por encontrarse obligado a un trance tan doloroso.
Entre la herencia del pasado y la suerte inmediata de una población menesterosa que vive a la sombra de uno de los más suntuosos legados de la historia, entre las cosechas y los templos, sin duda no es fácil decidir. Por mi parte, en todo caso, compadecería a quien, debiendo tomar una decisión, escogiera sin angustia alguna, y que una vez decidido, soportara sin remordimientos la responsabilidad de su acto.
Así, no es sorprendente que los Gobiernos de la República Arabe Unida y del Sudán se acercaran a un organismo internacional como la Unesco para solicitarle que intente salvar los tesoros en peligro. Esas riquezas, en efecto, cuya pérdida, por doloroso que sea decirlo, puede estar próxima, no pertenecen tan sólo a las naciones que son hoy sus depositarías. El mundo entero tiene derecho a que perduren, ya que forman parte de un patrimonio común que comprende, entre otras innumerables obras del genio creador del hombre, el mensaje de Sócrates, los frescos de Ajanta, los muros de Uxmal y las sinfonías de Beethoven. Los monumentos de valor universal deben ser, en consecuencia, protegidos umversalmente. Cada vez que se pierde uno de estos bienes que, según la expresión del poeta, no disminuyen sino aumentan de valor al ser compartidos, los hombres de todo el mundo pierden algo de su propio patrimonio.
Por otra parte, no se trata tan sólo de mantener, de conservar lo que puede perderse; en verdad, se trata de multiplicar una opulencia aún secreta. En reconocimiento de la ayuda que el mundo puede ofrecerles, los Gobiernos de El Cairo y de Khartoum ofrecen a la investigación de los arqueólogos toda la extensión de su territorio y aceptan que la mitad de las obras de arte o de historia que surjan a la luz como resultado de sus excavaciones vayan a enriquecer los museos extranjeros, y hasta están de acuerdo con que ciertos edificios magníficos de Nubia sean transportados, piedra por piedra, a otros lugares.
Una nueva era de espléndido desarrollo se ofrece así a la egiptología, ya que, en lugar de un mundo que pierde parte de sus prodigios, se presenta, de pronto, para la humanidad la bien fundada esperanza de la revelación de tesoros hasta hoy ocultos.
Tan bella causa merece un esfuerzo digno de ella. Por esta razón invito con toda confianza a los gobiernos, a las instituciones y las fundaciones públicas y privadas, y a toda persona de buena voluntad, a que contribuyan al buen éxito de una empresa sin precedentes en la historia. Maquinarias, servicios de toda índole, dinero, en fin, son igualmente necesarios. Todos pueden contribuir y la contribución puede tomar diferentes formas. Y es importante el hecho de que de una tierra que fué tantas veces, en el curso de siglos innumerables, teatro de las disputas, de la avidez y la codicia sea hoy el escenario de una prueba persuasiva y magnífica de fraternidad internacional.
"El Egipto es un don del Nilo". Tal es la primera frase griega que las generaciones escolares han aprendido a traducir. Que los pueblos se unan para impedir que el Nilo, fuente de fecundidad y de energía, se convierta en la líquida tumba de una parte de las maravillas que los hombres de noy han recibido como herencia de sus antepasados.