
Turismo, desarrollo e identidad nacional
En el decenio de los 60 se produjo una expansión en gran escala del turismo. Se estimaba entonces que tal fenómeno iba a ofrecer a los países del Tercer Mundo la posibilidad de procurarse divisas extranjeras y de estimular su crecimiento económico. Su clima soleado, sus playas de arena y sus culturas "exóticas" atraían a un gran número de turistas, lo que obligó a multiplicar la infraestructura turística para atender a las necesidades.
Con la crisis del petróleo y la recesión de los años 1974-1975, se produjo una pausa en el crecimiento del turismo. El final del periodo de expansión acelerada hizo que se planteara con nueva agudeza el problema de si el turismo producía ganancias suficientes como para justificar en los países en desarrollo las inversiones necesarias.
Por otra parte, empezaron a ponerse en tela de juicio algunos de los supuestos esenciales acerca de la relación entre desarrollo y crecimiento económico. En el caso del turismo, esas dudas se vieron reforzadas por la creencia de que éste acarrea efectos sociales y culturales aun más negativos que el desarrollo de otros sectores.
El turismo es, en un aspecto importante, muy distinto de las demás posibles actividades exportadoras, y es que el consumidor último de los bienes y servicios que aquel ofrece viene al país exportador a recibirlos en vez de servirse de ellos en casa. De ahí que el análisis de la economía del turismo exija prestar mayor atención a las cuestiones de transporte y de "marketing" que en el caso de otras muchas exportaciones.
Se estima generalmente que la presencia misma de extranjeros en el país exportador produce importantes efectos sociales al presentar a los nacionales de éste estilos de vida y valores extraños y, lo que quizá sea peor, inalcanzables. Por otro lado, en términos rigurosos no existe una auténtica "industria turística" análoga a las industrias normales (construcción, siderurgia, agroindustrias). Por el contrario, el turista compra bienes y servicios de una gran variedad de industrias : generalmente menos de los dos tercios de sus gastos los efectúa en hoteles y restaurantes relacionados con el sector turístico.
Pese a estas diferencias, los problemas específicos del tu rismo en los países en vías de desarrollo deben ser planteados en el marco más amplio del desarrollo, y las muchas cuestiones que surgen en relación con el turismo deben ajustarse a las consideraciones más generales de los responsables políticos.
Las ideas dominantes sobre el desarrollo han cambiado en los treinta últimos años. Simplificando en extremo, quizá pueda decirse que la primitiva fe en los méritos del crecimiento económico como tal ha dado paso a una serie de cuestiones sobre el equilibrio entre ese crecimiento y la distribución de los beneficios materiales. Por otra parte, la definición misma de desarrollo está siendo puesta en entredicho no sólo en su interpretación económica sino también en su dimensión social, política y humana.
Desde 1970, una serie de conferencias intergubernamentales sobre políticas culturales, organizadas con el patrocinio de la Unesco, han puesto de realce la importancia del desarrollo cultural como factor esencial del desarrollo general de un país. Aun así, los aspectos culturales y no materiales del desarrollo son aun a menudo olvidados por quienes tienen la responsabilidad de adoptar las decisiones políticas capitales tanto en el plano nacional como en el internacional.
Hoy parece incuestionable que el crecimiento solo puede no bastar para vencer la pobreza en un plazo razonable y que la distribución de los beneficios materiales del desarrollo entre los países más pobres y los grupos más desheredados de la población dentro de cada país requiere una atención especial. Del examen de los efectos generales que las distintas estrategias de desarrollo tienen en la distribución de los ingresos la atención ha pasado a centrarse en el hecho de que un impresionante número de personas de 900 millones viven en condiciones de pobreza absoluta. Hoy como nunca, el mundo busca los medios que le permitan satisfacer las necesidades básicas de las masas pobres incrementando el trabajo productivo, los servicios sociales y la participación en la elaboración de las decisiones políticas. Y hay que estudiar a fondo si el desarrollo planificado y ert gran escala del turismo, concebido como una fuente principal de divisas extranjeras, es compatible con este nuevo objetivo del desarrollo.
Por otro lado, hay sobre el tapete la cuestión de si la carrera tras el consumo de masa en todos los países podrá continuar por mucho tiempo, dados los efectos de esa carrera en lo que se refiere a la deterioración del medio ambiente y al agotamiento que ya apunta de los recursos naturales no renovables. Según este punto de vista, un nuevo aumento del consumo de los ricos chocará cada vez más con los intentos de mejorar el nivel de vida de los pobres. Los módulos de consumo del turismo internacional son un ejemplo particularmente notable de ese "consumismo" que hoy está siendo puesto en entredicho en el mundo industrializado y que, estando fuera del alcance de las masas de los países pobres, está en cambio al alcance de su elites.
En general, el estudio del turismo y de sus efectos no ha tenido muy en cuenta estos grandes temas. El peligro de ello es doble. Por un lado, el turismo actual puede no estar planeado para producir sus efectos máximos en lo que toca al desarrollo. Por otro, una decisión en favor o en contra del turismo puede tomarse sin que existan pruebas reales en apoyo de una y otra.
Hasta ahora los planificadores del turismo han tenido en cuenta los problemas socioculturales y sus efectos sobre las artes y la artesanía sólo de una manera accesoria y con retraso. En general no estaban preparados para tratar estos problemas, aunque a veces hubiera en su equipo algún miembro no economista. Hay cambios que pueden realizarse en la estructura social de las regiones donde el turismo se desarrolla, pero casi nunca han sido evaluados o previstos. Tal ocurre con la modificación de las relaciones entre clases y con las posibles consecuencias de carácter más general, para la micro-región, de la atención que presten al fenómeno quienes disponen del poder económico o político en el plano nacional o transnacional. Naturalmente, son esos cambios los que,' por las importantes repercusiones prácticas que tienen sobre el empleo y los ingresos, hacen que las poblaciones consideren bueno o malo el desarrollo del turismo.
Vale pues la pena esforzarse por analizar las consecuencias del turismo en función de los problemas del desarrollo y, al mismo tiempo, de las lecciones que cabe sacar de otros proyectos o de otras sociedades en lo que a efectos sociales y culturales se refiere.
Emanuel de Kadt, sociólogo holandés.
También en este número: El Decenio del Agua (1981-1990)
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