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Los Desiertos

La mayoría de la gente asocia la palabra "desierto" con dunas de arena que ondulan al sol o con nómadas que recorren sus vastas extensiones. Pero existen también otros tipos de desiertos donde las dunas no constituyen el elemento más característico. Así, las regiones antarticas o el gran Norte son desiertos, porque en ellos el agua se transforma en hielo.

En cuanto a las regiones áridas, se las encuentra tanto en climas cálidos, en Arabia por ejemplo, como en climas con inviernos fríos, como las estepas de Asia Central, pero poseen todas una característica común: en ellas el agua pluvial es menos abundante por término medio que el agua que se evapora, y la vida debe adaptarse a ese déficit.

Allí donde prácticamente no hay precipitaciones en el Sahara o en el Gobi casi no hay vida. A menos que sea posible obtener agua de riego de ríos que vienen de lejos, como en Egipto, en Iraq o en la región del Indo, donde surgieron en el pasado las grandes "civilizaciones hidráulicas". O que se puedan extraer las aguas subterráneas fósiles, que se explotan por un tiempo limitado como sucede hoy en Libia. Cuando las precipitaciones son suficientes para permitir el pastoreo o incluso algunos cultivos de secano, se habla de regiones semiáridas, que abundan en Africa, la India, la Argentina y Australia.

Las regiones áridas y semiáridas representan de hecho más de un tercio de la superficie continental mientras las superficies cultivadas apenas abarcan una décima parte. Están concentradas en dos zonas, entre los trópicos de Cáncer y de Capricornio, a ambos lados del ecuador. ¿Cuál es la razón de este fenómeno? La circulación general de la atmósfera en nuestro planeta en rotación es la principal causa de aridez. En efecto, las altas presiones que reinan de manera casi permanente en las proximidades de los 30° de latitud impiden las precipitaciones en esas zonas. Por otra parte, la presencia de cadenas montañosas o un gran alejamiento respecto del océano contribuyen a la agravación del fenómeno, como sucede en Asia Central o en el centro oeste de Estados Unidos.

No es pues el hombre quien ha creado los desiertos, como se afirma a veces. Pero no cabe duda de que contribuye a ello, sobre todo en nuestros días. La creciente presión demográfica, así como la agricultura y la cría de ganado intensivas, provoca en las regiones semiáridas del Sahel africano o en el Nordeste brasileño, por ejemplo, una degradación acelerada de los suelos y una agravación de la sequía.

Es posible también que la actividad humana esté modificando la evolución de las regiones áridas por vías menos directas. En efecto, se estima que la acumulación en la atmósfera de gas carbónico proveniente de los automóviles, de la calefacción y de otras emanaciones de origen industrial y agrícola puede provocar un recalentamiento de la Tierra: el llamado "efecto de invernadero". No es posible predecir aun las consecuencias a escala regional de ese fenómeno, pero probablemente en algunos decenios la aridez aumentará en ciertas regiones y disminuirá en otras. El hombre podría así desencadenar importantes cambios climáticos, comparables a los que se han producido a lo largo de la historia geológica.

Michel Batisse

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Enero de 1994