
Exodo de pueblos: el problema mundial de 40 millones de refugiados
"Asilo, amparo, lugar de retiro para escapar a un peligro... Antaño, las iglesias lo brindaban a los perseguidos que buscaban protección." Así define un diccionario la palabra refugio. Y del refugiado dice que es una persona "que ha abandonado su país para evitar la persecución o una condena, o para huir de la invasión extranjera". Estas definiciones, sumadas a la de desarraigado, "aquel que ha dejado su país de origen", dan una noción general de este asunto que preocupa a las Naciones Unidas.
El problema de los refugiados es de gran magnitud en nuestro tiempo; pero ya existía en diversas latitudes y en condiciones diferentes a lo largo de la historia, como lo prueba para no citar sino un ejemplo no muy remoto el destierro de los protestantes en 1685, cuando recibieron el nombre de "refugiados", como consecuencia de la revocación del Edicto de Nantes.
Después de la guerra de 1914, un refugiado, según la definición clásica, era "el individuo que había buscado refugio en un territorio diferente a aquel donde se hallaba residiendo a raíz de los acontecimientos políticos que hicieron imposible o intolerable la prolongación de su residencia". Este concepto se ha modificado por la evolución de los sucesos, al finalizar las hostilidades en 1945.
En julio de 1951, fué adoptada la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados durante una conferencia a la que asistieron los delegados de 28 países. En el texto de esta Convención, que constituye la codificación más cabal realizada hasta hoy, en el plano internacional, consta la siguiente definición de "refugiado": "Toda persona que teme con razón ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad u opiniones políticas y se encuentra fuera del país al que pertenece por su nacionalidad o en el que tenía su domicilio acostumbrado, y no puede o no quiere ampararse bajo la protección de ese país."
Pero, debajo de esas etiquetas oficiales, en la figura del refugiado existe el hombre, o mejor, un gran número de hombres, mujeres y niños que son como despojos de la sociedad, a los que se debe socorrer y hacer libres como dice el escritor Saint Exupery "en la tierra donde tienen el derecho de afianzar sus raíces".
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados dice en su mensaje: "Tengamos presente siempre en nuestra mente al hombre que pasa las fronteras con su lamentable atado de ropas y una decisión grave en su corazón: la de abandonar todo lo que había amado en su vida y entrar en un 'futuro desconocido, con el espíritu rebosante de fe en la libertad y confiado en la actitud amigable con que le recibirá el mundo libre. Los refugiados son seres humanos útiles, valerosos, dignos de confianza, laboriosos y honrados. Nunca olvidemos que un refugiado es, en principio, un ser humano de gran clase que, quizás sin saberlo, ha hecho por la libertad el sacrificio de todos sus bienes y garantías de que gozaba."
Once años después de la segunda guerra mundial, permanece íntegro y sin resolver el problema de los refugiados, inmenso y trágico, puesto que engloba de 30 a 40 millones de seres humanos. Este número de El Correo de la Unesco se consagra a presentar algunos aspectos del problema, en momentos en que la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados recibe el Premio Nobel de la Paz, correspondiente al año 1954, en reconocimiento de su obra humanitaria que debe continuar hasta el fin de su mandato, o sea hasta fines de 1958.