
Picasso: un siglo
Cien años han transcurrido desde que, un 25 de octubre de 1881, naciera en Málaga (España) Pablo Ruiz Picasso, Pablo Picasso según se le conoce universalmente. El nombre del pintor español llena ese siglo - que vivió casi entero: murió a los 91 añoscomo muy pocas figuras contemporáneas. Quizá nadie consiguió como el gran malagueño vivir con tanta profundidad y vigor imaginativo algunos de los más señeros acontecimientos y experiencias -positivos o negativos, triunfales o trágicos- que han marcado nuestra centuria. Y el mundo moderno ha recibido, en su más íntima sensibilidad como en las más variadas imágenes de su vida cotidiana, la impronta de este malagueño pasado por Madrid y Barcelona que residió casi tres cuartas partes de su, vida en Francia.
Español por sus actitudes, sus creencias y sus gustos -el mayor genio que su patria haya dado al mundo desde Goya-, supo siempre elevar su irrenunciable identidad nacional a un nivel de significación humana universal. en efecto, a través de su obra gigantesca y prodigiosamente polifacética (Picasso es el Proteo del arte moderno) se expresa el hombre de nuestro siglo con sus tragedias y sus miserias pero también con sus triunfos y su vitalidad exploradora.
En el plano del arte la obra de Picasso resume e integra múltiples corrientes del pasado, desde los grandes maestros españoles hasta los pintores de fines del siglo XIX, al mismo tiempo que recoge las lecciones de artes no clásicas o no europeas como el arte negro, la estatuaria ibérica prerromana, las artes primitivas en general. Pero en esta obra descomunal, junto a los problemas generales y artísticos, está siempre presente el hombre Picasso con sus vivencias personales, sus cóleras, sus dramas; en ella nos ha dejado el artista una apasionante confesión íntima en más de veinte mil cuadros, grabados, esculturas, dibujos, ensamblajes y collages. Su vitalidad nunca desmentida le lleva a Picasso a afrontar en su vida y en su arte toda clase de paradojas y contradicciones, aun manteniendo siempre una fidelidad última a sí mismo. Es curioso, por ejemplo, observar como este revolucionario, este irrespetuoso iconoclasta se vuelve constantemente hacia la tradición, hacia los grandes maestros del pasado, para confrontarse con ellos. Y él que adora la vida, que ama el cuerpo humano con una voracidad de ogro, lo somete a menudo a las más abruptas deformaciones, cuyo poder expresivo no tiene parigual en el arte de Occidente. Todo sea por la expresión, parece gritar su obra entera. Y es que Picasso ha puesto íntegra su vida en su arte.
Vida y arte se funden en el pintor español de una manera indisociable pero también, a menudo, explosiva. A este inagotable, contradictorio, asombroso creador que fue Picasso está dedicado el presente número de El Correo de la Unesco.