
Los Derechos del hombre
Hace tres años, el 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la primera Declaración universal de los Derechos del Hombre que el mundo haya conocido.
Es de esperar que el aniversario de este acontecimiento histórico se celebre hoy con mayor esplendor incluso que en años anteriores. No transcurre día, sin embargo, en que no se desarrolle la campaña permanente que la Unesco alienta por medio del libro, la prensa, la radio, el cine, las exposiciones y la enseñanza en las escuelas, para difundir lo más ampliamente posible el texto de la Declaración y hacer que se comprenda en todas partes su significación y su alcance. Este año, una de sus tónicas principales ha consistido en la denuncia de los prejuicios raciales, apoyada en un profundo trabajo de reflexión crítica.
Al dedicarse, de este modo, a movilizar la opinión mundial, la Unesco demuestra la fidelidad operante de su compromiso. Con todas sus fuerzas, y con una eficiencia agudizada por la concentración dinámica de sus actividades, nuestra Institución se asocia a la obra perseguida por las Naciones Unidas para suscitar los Derechos del Hombre en los espíritus así como en la realidad social.
Los objetivos definidos por la Declaración, sobra recordarlo, se sitúan, en virtud de una armonía preestablecida, por decirlo así, en el eje mismo de la misión que nuestra Carta nos asigna. La sociedad para cuya edificación laboramos por medio de la educación, la ciencia y la cultura, reconoce su semblante en esta anticipación audazmente generosa que prefigura una comunidad de hombres libres, a quienes se ha hecho posible realizar plenamente su vocación humana. Pero yo quisiera, en una rápida ojeada sobre los derechos que son propiamente de nuestra incumbencia, insistir en el carácter de universalidad que impregna cada día más el desarrollo de nuestra acción concreta. ¿Es que, acaso, nuestra acción no se ajusta al criterio de un realismo lúcido? Al asegurar a todos los seres humanos las condiciones de una vida más digna y, más justa podrá fundarse la verdadera paz a que aspira nuestro universo, la paz de solidaridad entre los pueblos.
En la inmensa columna que forma la humanidad en marcha hacia la conquista del saber, ¿consentiremos que la mitad de nuestra especie se retrase en la noche de la ignorancia y permanzca así acorralada en una existencia miserable, mientras que la vanguardia progresa a pasos agigantados ? Esta desigualdad en el punto de partida, con las amenazas que entraña, nos dicta el más urgente deber : facilitar a esas multitudes el mínimo de conocimientos técnicos y cívicos que han de ser el instrumento de su liberación. Tal es, ya lo dije en más de una ocasión, el sentido de la acción internacional de educación de base que la Unesco ha emprendido en el curso de este año, dentro del limite de sus recursos, esperando, sin embargo, que se le brindarán ulteriormente apoyos que permitan ampliarla a la medida de las necesidades. La instalación de un centro para la América latina ha permitido iniciar, sin mayor demora, la creación de una red mundial de escuelas en que se formarán en algunos años millares de maestros, llamados a instruir a su vez a los cuadros de sus países. Las regiones poco desarrolladas encontrarán ahí el complemento de la creciente asistencia que la Unesco les procura ya por su participación en el Plan de Ayuda técnica.
La extensión a todos los niños del mundo de un régimen de enseñanza primaria, gratuita y obligatoria se enfrenta todavía, por otra parte, a demasiados obstáculos, dada la desigual distribución de la riqueza entre los pueblos. También a este respecto debe ejercerse la cooperación internacional, a fin de dar a esta reforma capital un empuje definitivo. Reunida este verano en Ginebra, bajo los auspicios comunes de la Unesco y de la Oficina Internacional de Educación, la 14a Conferencia de Instrucción Pública invitó a los gobiernos a que establezcan planes nacionales de escolarización progresiva, cuya elaboración recibirá, ni que decirse tiene, nuestro total apoyo. Por su parte, durante la reunión que celebró en México en septiembre último, el Consejo Cultural Interamericano decidió emprender una campaña de alfabetización y de educación fundamental, como medida indispensable para la generalización de la educación primaria, gratuita y obligatoria, en el Nuevo Mundo. A fin de sostener tan noble campaña, el Consejo a que aludo ha prevista un conjunto de medidas económicas, cívicas, sindicales. La batalla contra la ignorancia va a desarrollarse, por tanto, en todos los frentes y con medios en constante y magnífica progresión.
En el dominio de la ciencia y de la cultura, las múltiples actividades de la Unesco se orientan hacia este doble fin : acrecentar el acervo común de obras del espíritu, para que puedan compartirlo todos los hombres. La investigación se coloca al servicio de la humanidad cuando, facilitada, orientada por nuestros esfuerzos, se dedica a esclarecer problemas de interés mundial, ya se trate, por ejemplo, de la rehabilitación de la zona árida, como del estudio de los estados de tirantez que suscita la introducción apresurada de las técnicas modernas en los países de antigua cultura.
Urge salvaguardar la libertad y los derechos de los creadores, y esperamos que bien pronto, como coronación de nuestro paciente esfuerzo, se adoptará la Convención universal del Derecho de Autor. Pero es indudable que faltaríamos a nuestra misión si no nos ingeniáramos en incluir a masas humanas cada vez más numerosas en el círculo mágico de la cultura. Hemos emprendido múltiples tareas, ejemplo, cada una de ellas, de las preocupaciones que informan nuestro programa : difundir entre el gran público los descubrimientos científicos que cambian la faz del mundo, equipar bibliotecas y museos para que se conviertan en centros de iniciación artística e intelectual, dar a conocer en el mundo entero reproducciones de las obras maestras de la pintura, ayudar a los músicos y popularizar sus obras.
Conviene aquí evocar la elaboración del futuro Pacto de los Derechos del Hombre. Incluir en este instrumento jurídico, paralelamente a las libertades cívicas y políticas, los derechos que atañen a la educación y a la participación en la vida cultural y en los beneficios del progreso científico, seria indudablemente un acto de gran transcendencia. Al ratificarlo, los Estados contraerían obligaciones definidas, y la dificil aplicación de esos derechos, esbozada ya desde ahora por la Unesco con medios harto reducidos, recibiría pues un impulso vigoroso. Es de esperar que las disposiciones referentes a esos derechos, después de haber sido admitidas, a sugestión nuestra, por la Comisión de los Derechos del Hombre en su última reunión, puedan figurar en el proyecto de Pacto cuando éste se inscriba en el orden del día que establezca definitivamente la Asamblea General de las Naciones Unidas.
¿Será necesario decir, por último, que toda aplicación de los Derechos del Hombre debe ir inevitablemente acompañada de la necesaria información, dada la extensión que han adquirido sus funciones en la vida moderna para la transmisión del conocimiento y el ejercicio del derecho de expresión ? Ahora bien, no se concibe una información auténticamente libre y universal en su difusión si ciertos sectores de la humanidad carecen de los medios materiales indispensables. En esta perspectiva se destaca en toda su gravedad la penuria de papel que agobia en nuestros días a la prensa y a la edición, y adquiere toda su fuerza el llamado de la Unesco para una acción internacional urgente, con el propósito de acrecentar la producción y de distribuir de un modo más equitativo entre los diversos países los recursos existentes.
Antes de pensar en nuevos progresos, digámoslo sin amargura, es preciso conjurar en este caso una amenaza de retroceso. Con excesiva frecuencia, en efecto, y en muchos dominios, las circunstancias presentes nos obligan a marcar el paso, en un mundo dividido que deja desviar sus energías de las obras pacíficas y humanas. Pero no por ello se ensombrece nuestra convicción profunda. La historia acabará dando la razón a los hombres de buena voluntad, si perseveran en su acción y no dejan de sentir esa sed de justicia y de generosidad que lleva por verdadero nombre fuerza de fe y de decisión.
Jaime Torres Bordet, Director General de la UNESCO.
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