Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Nuestra selección

El Silencio es cómplice

Ser mujer y ejercer el periodismo de investigación tiene ventajas e inconvenientes, dice la chilena Mónica González Mújica, ganadora del Premio UNESCO/Guillermo Cano de Libertad de Expresión 2010. Esta valerosa periodista, torturada en tiempos de la dictadura del general Pinochet, nunca renunció a su libertad de palabra. Para ella, más allá de las barreras de género, lo importante es denunciar las injusticias y no callarlas.

Entrevista de Mónica González Mújica con Carolina Jerez y Lucía Iglesias (UNESCO)

 

¿Hay una manera femenina de hacer periodismo? ¿Qué ventajas y obstáculos le ha supuesto ser mujer durante su carrera?

Me gustaría mencionar primero las ventajas de ser mujer, que las hay. Hay una sensibilidad especial que tenemos las mujeres y que creo que en el periodismo de investigación sirve mucho. Tiene que ver con una percepción de quién dice la verdad y quién miente, de quién se esconde debajo de un caparazón, una máscara o un disfraz. Me da la sensación también de que las mujeres, cuando nos comprometemos a hacer alguna tarea no cejamos, no damos tregua hasta que la terminamos. Somos muy testarudas. Y digo esto sin ser feminista. Los obstáculos, por supuesto, también existen. En su momento, los torturadores, los victimarios quisieron vejarnos sexualmente para anular nuestra fuerza. Descubrí durante la dictadura que la violación tiene como fin destruir tu fuerza. No puede ser que alguien obtenga placer al violar una mujer, el placer es humillar a una mujer y despojarla de su identidad. Pero en mi caso, ello me dio más fuerza.

¿Qué momentos considera importantes en su vida profesional?

Lo más importante para mí es haber sabido pasar de la dictadura a la democracia sin renunciar a hacer periodismo. No renunciar ni en la cárcel, ni cuando me torturaron, ni cuando mataron a mis amigos, ni cuando tuve que separarme de mis hijas, ni cuando me empapé en el dolor de tantos y tantos chilenos. En democracia, sentir que había tanto que construir. Mi mérito es haber seguido haciendo periodismo, haberme reinventado una y otra vez cuando he estado cesante. Lo he hecho con ayuda de muchos, no soy una superwoman. Agradezco haber encontrado personas que me arroparon y alentaron a seguir cuando más miedo he tenido. Además, en esta profesión estás a prueba todos los días. Yo quiero morirme así.

¿En qué estado se encuentra a su juicio el periodismo de investigación?

Sin duda, es el género que está más en peligro en todo el mundo. La crisis económica de 2008 hizo que la investigación fuese lo primero que se rebajó, despidiendo a los periodistas más caros, que son los que investigan. Además, como es un tipo de periodismo que generalmente provoca problemas y conflictos a los medios, la crisis está siendo una maravillosa excusa para deshacerse de una unidad que es la que mejor puede profundizar en los temas de verdad candentes y determinantes en la vida de los ciudadanos.

Tengo que decir también que el periodismo de investigación en América Latina no tiene nada que envidiarle al periodismo anglosajón. Y no de ahora: lo hicimos bajo dictaduras. En Chile, por ejemplo, los crímenes del régimen de Pinochet se conocieron bajo la dictadura, con un riesgo impresionante para los periodistas. Pero no hay otra posibilidad: o eres un periodista que denuncia las irregularidades y los horrores, o simplemente eres cómplice. Y la verdad es que el periodismo de investigación siempre se hace con una gran cuota de sacrificio y dinero personal, porque objetivamente no hay ningún medio dispuesto a pagar meses y meses a un periodista para que esté investigando a fondo un hecho y poder sacarlo a la luz.

Actualmente, creo que en América Latina el desafío son los cárteles del crimen organizado, que comercializan la droga y están carcomiendo nuestra sociedad. El objetivo final de esos cárteles es quitarnos espacios de placer, de felicidad, de vida. Por eso es tan importante atacarlos y por eso es tan importante que a los periodistas se les garantice la posibilidad de investigar e informar, algo que hoy día está conculcado en la mayoría de los países de la región.

¿Cómo ve el panorama mediático de América Latina?

Hay dos problemas que conducen a una amenaza creciente y acelerada sobre el derecho de la sociedad a informarse. El primero es la impresionante concentración de la propiedad de los medios. Hay grupos económicos que se apropian de varios medios, concentrando televisión, radio y prensa escrita, y que a su vez tienen intereses en otras áreas de la producción: agricultura, minería, servicios, inmobiliaria… de manera que éstos no pueden informar objetivamente de las empresas en las que su propietario tiene inversiones. Eso es gravísimo y los periodistas están perdiendo autonomía, dignidad, prestancia… convirtiéndose en simples testaferros.

La segunda amenaza proviene de gobiernos autoritarios que, aunque hayan llegado al poder de manera democrática, convierten a los periodistas en sus enemigos, amenazándolos constantemente. Desgraciadamente ahí no hay tampoco una oposición decente, que defienda como corresponde la libertad de información. Porque la libertad de información no significa ser oficialista o de oposición, significa hacer periodismo de calidad. Es inadmisible, también, que los cárteles del crimen organizado identifiquen a los periodistas como sus enemigos y que gobiernos llegados al poder como consecuencia de una elección democrática comiencen, a poco andar, a adquirir prácticas autoritarias y conviertan a los periodistas en sus enemigos.

Objetivamente el panorama es desalentador y muestra una precariedad del periodismo que afecta fundamentalmente a la sociedad, porque es la democracia la que se altera y se debilita. Un ciudadano mal informado es presa de todo tipo de caciques. Nosotros, que hemos vivido dictaduras, que nos costó tantas vidas recuperar la libertad, creemos que no es posible que se debilite la democracia para dejarla nuevamente al servicio de otros poderes autoritarios.

Mónica González Mujica

Galardonada con el Premio UNESCO/Guillermo Cano de Libertad de Prensa 2010, es una de las periodistas de investigación chilenas más tenaces y comprometidas. Exiliada en Francia tras el golpe militar de 1973, regresó a su país en 1978, aunque hasta 1983 no pudo retomar su profesión. Desde mayo de 2007 dirige el Centro de Información e Investigación Periodística (CIPER), una institución independiente y sin fines de lucro que desarrolla reportajes de investigación. Es autora de los libros Bomba en una calle de Palermo (1986), con Edwin Harrington; Los secretos del Comando Conjunto (1989), con Héctor Contreras; Chile entre el Sí y el No (1988), con Florencia Varas; y La Conjura. Los mil y un días del golpe (2000).