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25 años de Unesco vistos por un joven de 25 años

El 4 de noviembre de 1971 la UNESCO cumplirá veinticinco años.

A quienes la han servido a lo largo de este cuarto de siglo, dándole lo mejor de sí mismos y recibiendo de ella cien veces más gracias a la superación constante de la propia individualidad que entraña la adhesión a to universal humano, este aniversario brinda un rico material de recuerdos y de reflexiones sobre el pasado.

Pero es del porvenir de lo que quiero hablar. Del porvenir que es la verdadera perspectiva de la Unesco, cuya misión consiste en preparar el advenimiento de un nuevo espíritu y cuya fuerza brota justamente de la esperanza de que es portadora. De ahí que piense ahora en quienes no habían nacido aún en la época de su fundación, en quienes son el porvenir del mundo y representan más de la mitad de su población.

Está, pues, más que justificado que se encargara a uno de ellos la tarea de escribir, y aun de juzgar, según su propio criterio la historia de estos primeros veinticinco años de la Organización, que es nuestra historia y en la cual él no ha participado. Porque esa historia la hemos vivido, sobre todo, puesta nuestra mira en los miembros de su generación : desde la espantosa guerra universal en la que poco faltó para que todos zozobráramos hasta este día en que hemos de presentar nuestra empresa, aun tan imperfecta, al juicio de la posteridad. De esos jóvenes del mundo depende que tal empresa sea continuada. Y aunque en algunos puntos se confundan respecto de nuestros actos o de nuestras intenciones, es natural que tratemos de averiguar de ellos mismos si los resultados responden a su expectativa.

Durante el período que acaba de transcurrir, la Unesco ha tenido que hacer frente a situaciones y tareas que sus fundadores no habían previsto, tales como la guerra fría del decenio de 1950 a 1960 y la ayuda al desarrollo de la década siguiente. Al hacerlo, la Organización demostró poseer una capacidad de adaptación y de invención que atestigua su vitalidad, al mismo tiempo que una notable intuición de la actualidad y de sus secuelas.

Estas cualidades le serán particularmente necesarias durante los próximos años, en los que, pienso, va a iniciarse una nueva época. A) afirmar esto, no me refiero a acontecimientos de índole política -es decir, a cambios en las relaciones entre los Estados- aunque ya se perfilan en el horizonte algunos de suma importancia. Pienso en los cambios más profundos que se están produciendo en las concepciones y en el comportamiento de los hombres y que ponen en tela de juicio el sentido de la existencia y el orden de la sociedad.

En general, y sobre todo entre las generaciones jóvenes, se estima con creciente frecuencia que la calidad de la vida de la persona humana constituye la única justificación real de tos esfuerzos que el poderío y la prosperidad de la comunidad exigen. Y está claro que la calidad de la vida, que se persigue incluso por los caminos de la evasión o de la rebeldía, impone para muchos una revisión de los valores hoy entronizados. El desarrollo se reduce cada vez menos al crecimiento puro y simple. Y en nuestros días no es raro oir formular la pregunta : Crecimiento ¿para qué ?

René Maheu, Director General de la UNESCO

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Agosto - Septiembre de 1971