
Sahle-Work Zewde: “Debemos comprometernos colectivamente a cambiar de rumbo”
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Ante los retos medioambientales, sociales y tecnológicos actuales, la escuela tiene que evolucionar imperativamente para crear ecosistemas educativos inclusivos y adoptar enfoques participativos que fortalezcan la convivencia.
Entrevista con Sahle-Work Zewde
Presidenta de la República Democrática Federal de Etiopía y Presidenta de la Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación
La Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación se propone reformular la educación en un mundo cada vez más complejo, inseguro y desigual. ¿En su opinión, en qué valores y principios debería apoyarse la educación del mañana?
Debemos asumir colectivamente los retos que el mundo afronta hoy en día y los que se perfilan en el horizonte. El aumento de las desigualdades, el cambio climático, la pandemia de COVID-19, la sobreexplotación de los recursos del planeta, la fragmentación social, el riesgo de que la tecnología nos divida aún más, - todos esos elementos exigen una cooperación internacional y una solidaridad mundial de una amplitud sin precedentes.
La educación debe desarrollar la capacidad de diálogo y de acción colectiva de las personas en el mundo entero. Los individuos deben aprender a mostrar empatía a fin de participar en iniciativas colectivas. La educación tiene la facultad de ponernos a todos, cualquiera que sea nuestra ubicación, en contacto con conocimientos, perspectivas y personas que de otro modo no habríamos conocido. Un compromiso sólido en pro de los derechos humanos, la igualdad entre los sexos y la reparación de las injusticias del pasado nos ayudará a crear ecosistemas pedagógicos integradores, que sirvan de apoyo a las personas en todos los ámbitos de la vida.
La educación debe desarrollar la capacidad de diálogo y acción colectiva
La reflexión sobre los futuros de la educación incita ante todo a actuar desde ahora mismo. La supervivencia de la humanidad y de nuestro planeta está amenazada. Debemos comprometernos colectivamente a cambiar de rumbo para no poner en peligro el bienestar de las generaciones venideras, y convivir en paz y justicia entre nosotros y con el mundo natural.
En la actualidad, todavía hay en el mundo 258 millones de niños sin escolarizar. El objetivo de Naciones Unidas de alcanzar una educación inclusiva de calidad para todos de aquí a 2030 parece inalcanzable. ¿Cómo replantearse la educación en ese contexto?
Ha llegado el momento de reformular la educación, porque estamos en un momento de transición: nuestra relación con el planeta y la tecnología evoluciona profundamente y eso repercute sobre nuestras relaciones personales. La pandemia y todas las perturbaciones que ha acarreado también nos han obligado a reexaminar algunas ideas preconcebidas y algunas formas de funcionamiento tradicionales. Esto ha abierto la puerta a nuevas posibilidades, al tiempo que pone de relieve nuestra interconexión a escala mundial. Nuestros sistemas educativos deben otorgar más importancia a estos vínculos y presentarlos como una fuerza.
En el contexto actual de transición, hemos decidido adoptar una visión a largo plazo de la educación. Nuestros trabajos abarcan hasta el año 2050 y más allá, y esta perspectiva distante nos ayuda a examinar la educación con un nuevo enfoque y a proponer métodos de aprendizaje innovadores.
Para empezar, es importante reconocer que sabemos cómo obtener buenos resultados en materia de educación. Conocemos la importancia fundamental de la igualdad de oportunidades educativas para las niñas y las mujeres, y esa brecha está reduciéndose. Sabemos cómo diseñar escuelas inclusivas para las personas más marginadas, una tarea que es preciso continuar.
Al mismo tiempo, sabemos también que hay problemas persistentes y que algunos de ellos se derivan de cómo se organizaba la educación en el siglo pasado. Durante mucho tiempo, los modelos mundiales dominantes presentaron a la educación como una etapa de preparación. Ahora sabemos que está estrechamente vinculada a nuestra vida y durante toda nuestra existencia, y que es preciso ofrecer una educación de calidad desde la infancia y oportunidades educativas y de aprendizaje formal, no formal e informal a los adultos.
En esta tarea, las escuelas seguirán siendo decisivas; es menester preservarlas y transformarlas. Es preciso modificar los programas escolares para que aprendamos más sobre la interdependencia y concibamos mejores formas de convivir con el entorno. Debemos reflexionar sobre las competencias que necesitaremos en el mundo digital de hoy y de mañana. Los docentes deben recurrir cada vez más a enfoques de participación y colaboración, en función de un aprendizaje basado en problemas y proyectos. Lo cierto es que no podemos seguir impartiendo la misma educación que en el pasado tratábamos de impartir, porque el siglo XXI es un siglo muy diferente.
El informe mundial de la Comisión titulado Reimaginar juntos nuestros futuros, un nuevo contrato social para la educación, se apoya en un vasto proceso mundial de consultas con expertos y con la población. ¿Por qué fue importante la movilización de actores tan diversos?
La educación es una de las experiencias más transformadoras que los seres humanos tenemos en común. Cuando definimos la labor de la Comisión Internacional, resultó evidente para todos que para que la educación llegue a ser un bien común mundial tenemos que apoyarnos en los conocimientos y las experiencias colectivas del mundo entero. Por eso pedimos a personas de todas las edades, oriundas de 120 países, que nos comunicaran sus aspiraciones y temores sobre el futuro, y que reflexionaran sobre cómo la educación podría ayudarnos a forjar un porvenir mejor para la humanidad y el planeta.
Más de un millón de personas de todas las regiones del mundo expresaron sus ideas mediante obras de arte, encuestas, seminarios en línea y grupos de debate. Fue una auténtica fuente de inspiración para la Comisión y tratamos de incorporar el mayor número posible de esas ideas. Uno de los principales mensajes que nos llegó fue que si la educación es esencial para que los individuos puedan vivir con dignidad y dar sentido a su vida, también es fundamental para modular nuestro porvenir común. Por esa vía la Comisión llegó a concebir una de sus ideas esenciales: la educación como forma de bienestar compartida, escogida y realizada en común. Y ahora, gracias al trabajo de esos millones de personas y de otros millones más, las ideas contenidas en el informe serán objeto de debate, contextualización y ejecución.
La educación como forma de bienestar compartido, elegido y realizado en común es una de las ideas centrales del informe
La pandemia ha puesto de relieve la asombrosa brecha digital que separa a los países en materia de aprendizaje a distancia. En el África Subsahariana, el 82% de los estudiantes carecen de acceso a Internet. ¿Qué otras preocupaciones importantes plantearon los países africanos a lo largo de este debate internacional?
Hacia el año 2050 y en los decenios posteriores, el continente africano representará un porcentaje creciente de la población mundial, en particular de jóvenes. Sabemos que queda mucho por hacer para remediar los desequilibrios de poder existentes y los legados injustos del pasado, algunos de los cuales perduran. La proporción intolerablemente pequeña de estudiantes del continente que tiene acceso a Internet y a ordenadores constituye la prueba de esa desigualdad tenaz.
Al igual que ocurre en otros lugares del sur del planeta, África es una de las regiones que menos ha contribuido a la crisis climática, pero una de las que tiene que soportar sus peores consecuencias. Durante la preparación del informe, la Comisión recibió reiteradamente el mensaje de que para valorar auténticamente nuestra interdependencia, hay que superar las dependencias impuestas por el mundo. La solidaridad mundial y la conciencia de nuestra humanidad común deben traducirse en un rechazo y en la corrección de los niveles de desigualdad que han aparecido dentro de las naciones y, sobre todo, entre ellas.
En el informe respaldamos con firmeza la aspiración a un desarrollo social y humano que beneficie a todos y que preserve la diversidad cultural. Debemos velar por que África tenga pleno acceso a los conocimientos colectivos que la humanidad ha acumulado a lo largo de generaciones y, lo que es también muy importante, debemos velar por que los africanos puedan contribuir y aportar su sabiduría y sus innovaciones autóctonas al bien común mundial del conocimiento.
Apoyamos firmemente la aspiración a un desarrollo social y humano que beneficie a todos y preserve la diversidad cultural
¿Qué significa la idea de “un nuevo concepto de humanismo” que se destaca en el informe?
El “nuevo concepto de humanismo” consiste en hallar nuevas orientaciones para la humanidad, al reexaminar quiénes somos y cómo nos percibimos los unos a los otros, al planeta y a la tecnología. El COVID-19 nos ha afectado a todos y nos recuerda hasta qué punto estamos relacionados. Pero la pandemia nos ha golpeado de manera desigual: las comunidades pobres han sufrido más, las jóvenes y las mujeres se han visto más perjudicadas en el plano económico que los hombres y los muchachos. El COVID nos recuerda hasta qué punto es importante luchar contra los desequilibrios de poder y eliminar la explotación, dondequiera que exista.
Además, la vida humana es inseparable del conjunto del mundo natural, del que formamos parte. Debemos adoptar una nueva conciencia ecológica que, al final, nos hará más humanos. Los avances tecnológicos recientes contribuyen además a difuminar la frontera entre el hombre y la máquina. Las decisiones éticas a las que tenemos que enfrentarnos en lo tocante a tecnologías como la inteligencia artificial y la mejora biológica no deben quedar únicamente en manos de las élites, sino que deben contar con la participación de todos. Debemos hacer todo lo posible para que el uso de la tecnología consolide nuestro porvenir común. La educación es uno de los sectores clave para mejorar el equilibrio en nuestra relaciones mutuas y también con el planeta y la tecnología.
¿Qué competencias básicas necesitarán las generaciones venideras para vivir en un mundo transformado por la actividad humana y la evolución digital, biotecnológica y neurocientífica?
Se puede trabajar en todos los ámbitos pedagógicos para enseñar el arte de vivir de manera respetuosa y responsable en un planeta que ha sido modificado considerablemente por la actividad humana. La educación de las generaciones futuras deberá propiciar el conocimiento del planeta y estimular el espíritu crítico y la participación cívica. La toma de conciencia que el mundo seguirá experimentando tal vez pueda integrarse en los programas docentes cultivando la capacidad de los alumnos para comprender los problemas y resolverlos.
Las escuelas deberán centrarse en las competencias básicas: lectura, escritura y matemáticas, pero también tendrán que ir más allá. Todos debemos aprender a ser y a transformarnos. Ser significa aprender a participar, a desarrollar la personalidad y actuar con independencia, juicio y responsabilidad. Transformarse consiste en aprender a transformarse y a transformar el mundo, comprometiéndose a hacerlo durante toda la vida y velando por que las mismas posibilidades sigan abiertas a las generaciones venideras.
¿Cómo se puede fortalecer la solidaridad mundial en la esfera de la educación?
La cooperación internacional entre gobiernos, organizaciones internacionales, entidades de la sociedad civil y otros interesados es un medio esencial de reforzar la solidaridad mundial en materia de educación. La promoción de la importancia del intercambio de conocimientos constituye una etapa fundamental. Debemos fortalecer la capacidad de todas las regiones del mundo para generar y usar conocimientos a fin de hacer progresar la educación. En este aspecto, las organizaciones regionales desempeñan una función decisiva. También debemos reforzar los canales multilaterales y lograr que los diversos interesados dialoguen y puedan alcanzar un consenso en torno a normas y objetivos comunes.
Al mismo tiempo, la solidaridad mundial debe alcanzar a todos. Las capacidades humanas de empatía y colaboración figuran entre los mejores rasgos de nuestra naturaleza. Tenemos una creatividad, una imaginación y una capacidad extraordinarias para imaginar y construir, y para apartarnos de lo que resulta defectuoso o inoperante. En el informe tratamos de ayudar a la gente a imaginar mundos futuros en los que los programas de estudio, la enseñanza escolar, las universidades y todas las plataformas educativas nos permitan comprender mejor nuestra humanidad común y reforzar la solidaridad mundial.
En octubre de 2018, tras 30 años de carrera diplomática, usted fue nombrada primera presidenta de Etiopía. ¿Qué mensaje transmite esa elección a las jóvenes de su país ?
En la historia de Etiopía hubo mujeres dirigentes de primer rango, como las emperatrices Taitu y Zewditou. Sin embargo, en la era moderna no habíamos tenido líderes femeninas de alto nivel. Yo crecí y me hice adulta en una época en que había muy pocas mujeres en puestos de liderazgo que pudieran servir de modelos a las jóvenes. Creo que la llegada de una mujer al cargo que ocupo envía un mensaje poderoso a las jóvenes etíopes e incluso a las demás mujeres africanas: ¡pueden conseguir lo que se propongan!
Las muchachas y las mujeres de hoy en día pueden apoyarse en las dirigentes actuales para alcanzar cimas que nosotras no podíamos siquiera imaginar. Como mujeres dirigentes, tenemos que juntarnos no solo para mantener abiertas las puertas de las posibilidades que hemos tenido, sino para abrirlas aún más a las que vienen detrás. A las generaciones venideras les decimos : “Sí, podéis hacerlo”, y también: ”Estamos aquí para ayudaros a lograrlo”.
Lecturas complementarias:
Una ocasión para reinventar la escuela, El Correo de la UNESCO, julio-septiembre de 2020
La educación para el cambio climático, El Correo de la UNESCO, julio-septiembre de 2019
Una hoja de ruta para cambiar el mundo, El Correo de la UNESCO, enero-marzo de 2018
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