
Introducción
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Agnès Bardon
UNESCO
Hace mucho tiempo que se documentan y se conocen los males que afectan a nuestro planeta: rarefacción de algunas especies, merma de los espacios naturales, contaminación de los suelos y el agua, alteración de los ecosistemas bajo los efectos del cambio climático... y, sin embargo, todavía no se han puesto en marcha medidas de gran envergadura a escala planetaria.
A fin de impulsar los esfuerzos que se están llevando a cabo para hacer frente a estos fenómenos, las Naciones Unidas han proclamado el Decenio sobre la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030). La degradación del medio ambiente natural será, además, el tema central de dos importantes reuniones en 2021: el Congreso Mundial de la Naturaleza organizado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que tendrá lugar en septiembre en Marsella (Francia), y la crucial 15ª Conferencia de las Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP 15), cuya celebración está prevista para mediados de octubre en Kunming (China). Las 196 partes tendrán por misión adoptar un “Marco mundial para la diversidad biológica posterior a 2020”, es decir, fijar la dirección de la comunidad internacional para mejorar la protección de los ecosistemas de aquí a 2050.
Una degradación sin precedentes
Nos hallamos ante una situación de emergencia. En mayo de 2019, la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) presentó un panorama alarmante. Los hechos y cifras consignados en su informe de evaluación mundial muestran que la salud de los ecosistemas se está degradando a un ritmo desconocido hasta ahora. Los expertos de esta plataforma, que cumple para la biodiversidad la misma función que el IPCC para el cambio climático, señalan que “las actividades humanas están poniendo en peligro de extinción a más especies vivas que nunca”.
Esas actividades han alterado un 75% del medio ambiente terrestre y un 66% del marino. De los ocho millones de especies vivas del planeta hay actualmente un millón en peligro de extinción, lo que significa que en los años venideros puede desaparecer una especie animal o vegetal por cada ocho existentes.
Los principales factores son las actividades humanas, principalmente la conversión de los espacios naturales en tierras de cultivo y zonas de urbanización, seguida por la explotación de los recursos naturales y la contaminación de los suelos, el agua y la atmósfera.
Calificado de factor agravante de la degradación de la naturaleza durante mucho tiempo, el cambio climático se considera hoy un riesgo real cada vez más amenazador. Provoca, entre otros efectos, el desplazamiento de algunas especies hacia los polos, las cumbres de las montañas y las aguas profundas de los océanos. Las especies invasoras son también un factor de extinción masiva, especialmente en las islas, donde devastan la flora y la fauna autóctonas.
Tejer nuevos vínculos con la naturaleza
El declive de la biodiversidad pone en juego nuestra capacidad de alcanzar de aquí a 2030 una buena parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por las Naciones Unidas. Dicho sea sencilla y claramente, hace peligrar nuestro futuro porque las aportaciones de la naturaleza son imprescindibles para la existencia de la humanidad. Un solo dato resume esta dependencia: el 75% de los cultivos alimentarios depende en parte de la polinización. Los océanos, los suelos y los bosques absorben un 60% de las emisiones de CO2 que producimos.
Las poblaciones más pobres están en primera línea de los cambios que afectan al medio ambiente. Custodios vigilantes de al menos una cuarta parte de las tierras del planeta y más de un tercio de los territorios aún poco alterados por las actividades humanas, los pueblos indígenas velan por la conservación de un patrimonio natural cada vez más codiciado por sus recursos naturales.
Además, esos pueblos son a menudo depositarios de conocimientos y prácticas que merecen ser preservadas y apreciadas, tal y como preconiza el Programa sobre Sistemas de Conocimientos Locales e Indígenas (LINKS) de la UNESCO que lleva a cabo una serie de actividades en este ámbito. Los conocimientos de los inuits sobre la capa de hielo marino, la agricultura itinerante practicada por los karen del norte de Tailandia o la capacidad de predecir el tiempo y el clima de los pastores nómadas del África Oriental atestiguan cuán pertinente es la sabiduría indígena para lograr que el ser humano aprenda a respetar el equilibrio del medio ambiente.
Confiar en los seres vivos
Aunque son muchos los indicadores que lanzan señales de alarma, también hay algunas buenas noticias. La actualización de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha puesto de relieve que algunas especies vivas se están recuperando gracias a políticas de conservación eficaces, e incluso están mostrando una capacidad de resiliencia inesperada adaptándose a entornos como zonas urbanas, radicalmente diferentes de sus ecosistemas primitivos.
Con la designación de un número cada vez mayor de zonas protegidas en todo el mundo la humanidad se esfuerza por preservar los ecosistemas. Los sitios del Patrimonio Mundial, las Reservas de Biosfera y los Geoparques de la UNESCO abarcan hoy en su conjunto unos diez millones de kilómetros cuadrados, una superficie equivalente a la del territorio de China.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica va aún más lejos: en el primer anteproyecto del “Marco mundial para la diversidad biológica posterior a 2020”, elaborado con vistas a la COP15, se propone a las 196 partes que se comprometan a proteger por lo menos un 30% de la superficie del planeta de aquí a 2030. El documento también preconiza que se suprima, como mínimo, un 50% de las contaminaciones por productos químicos y plásticos, y que se reduzca a la mitad la progresión de las especies invasoras en algunos de sitios prioritarios.
Las reservas de biosfera cumplen 50 años
Integrar el medio ambiente en los programas escolares de aquí a 2025
Lecturas complementarias:
Reparar la vida marina, El Correo de la UNESCO, enero-marzo de 2021
La humanidad es una fuerza geológica, El Correo de la UNESCO, abril-junio de 2018
Alta tecnología siku, El Correo de la UNESCO, enero-marzo de 2019
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