
¿Son todos los jóvenes unos virtuosos de la informática?
Se supone que los jóvenes, nacidos en el alba de la era digital, tienen un talento innato para utilizar las nuevas tecnologías. Pero más allá del tópico, la realidad es bastante más compleja. La capacidad de los adolescentes de dominar estas nuevas herramientas depende en gran medida de su medio de origen y del contexto familiar.
Sue Bennett
Profesora de la Facultad de Artes, Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Wollongong, Australia.
La idea de que los jóvenes de hoy son “hijos de la era digital” o digital natives, según la expresión acuñada por el escritor estadounidense Marc Prensky, vio la luz hace una veintena de años. También se ha hablado de la “generación de Internet” o incluso de la “generación smartphone”, para designar a un grupo de edad que sería esencialmente diferente a causa de su iniciación en la tecnología. Supuestamente, los jóvenes de hoy podrían ejecutar fácilmente varias tareas simultáneas, mostrarían una capacidad de atención más limitada y preferirían los medios visuales y la interactividad. Como consecuencia de todo esto, sería necesario un cambio radical para adaptar las instituciones a esta generación hiperconectada.
El problema radica en que estas afirmaciones no están respaldadas científicamente. Por eso los investigadores han tratado de averiguar si esos supuestos resistirían a un análisis. Desde mediados del decenio de 2000, se han realizado en todo el mundo estudios para ver cómo emplean los jóvenes la tecnología en sus estudios y en la vida cotidiana, y se han efectuado encuestas en gran escala para saber qué aparatos poseen, qué programas y plataformas utilizan y con qué frecuencia lo hacen. También se han llevado a cabo estudios pormenorizados a pequeña escala en escuelas e institutos de enseñanza superior, así como en hogares y en marcos comunitarios.
La fractura digital
Todas las conclusiones de esos trabajos apuntan en el mismo sentido: la idea de los “hijos de Internet” parece muy reduccionista. Los jóvenes usan la tecnología digital de maneras muy diversas, y las comparaciones entre generaciones no han logrado demostrar que los jóvenes dispongan de una ventaja congénita. Las personas de edad avanzada pueden llegar a ser competentes y autónomas en este ámbito. ¡Y es, efectivamente, lo que hacen!
Además, los factores socioeconómicos desempeñan una función esencial en la capacidad de los jóvenes para adquirir competencias tecnológicas que influirán en sus estudios, empleos y relaciones sociales. Un estudio británico de 2007 realizado sobre 1.500 jóvenes de 9 a 19 años de edad constató, por ejemplo, que los hogares de mayores ingresos disponían de un acceso a Internet de más calidad, lo que permitía una utilización más frecuente y un mejor dominio de la tecnología. Un estudio estadounidense de 2008, realizado con jóvenes de 18 a 26 años de edad, mostró que quienes habían alcanzado niveles educativos superiores participaban en actividades en línea más enriquecedoras.
Esas tendencias quedaron confirmadas por un informe de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) titulado “Estudiantes, Computadores y Aprendizaje: Haciendo la Conexión”, que la entidad publicó en 2015. Dicho trabajo señala que si se mejora el acceso material a la tecnología, las actividades que realizan en línea los jóvenes procedentes de contextos más favorecidos les permiten adquirir competencias más completas y útiles. Esto que pone de manifiesto la “fractura digital” entre los que utilizan eficazmente la tecnología y quienes disponen de usos más limitados.
Escapar de los estereotipos
Es preciso evitar las generalizaciones y los prejuicios sobre los jóvenes y la tecnología. No cabe duda de que la existencia de características generacionales es una idea seductora y no podemos negar que todos estamos modelados por la época en que hemos nacido y crecido. Pero eso no tiene en cuenta las diferencias de contexto que condicionan nuestro desarrollo y determinan nuestras posibilidades en la vida. La atribución de características en función de la edad es engañosa, porque oculta fuertes disparidades y no tiene en cuenta los obstáculos y las desigualdades.
La adopción de puntos de vista más matizados nos permitiría profundizar en cómo las circunstancias socioeconómicas influyen en el uso de la tecnología, y en las posibilidades que ofrece el ser competente y manejarse con facilidad en esos ámbitos.
Porque el acceso a la tecnología es desigual. Con costes cada vez más bajos, cada vez hay más jóvenes que tienen acceso a equipos que a menudo son suyos. Pero aún así, necesitan una conexión de buena calidad. Y, como hemos señalado, la transición a la enseñanza en línea y el teletrabajo se realiza con facilidad en los hogares bien equipados, pero es mucho más difícil para las familias que disponen de equipos y conexiones más limitados. Y, de la misma forma que la pandemia ha restringido los desplazamientos, muchos jóvenes se han visto privados de acceso a las conexiones gratuitas de wifi público, y a la banda ancha de la escuela o los centros de trabajo.
Pantallas omnipresentes
También es preciso señalar la importancia del contexto social en este ámbito. La forma de utilizar la tecnología con fines de aprendizaje, trabajo o recreación por parte de las familias, los docentes o los amigos es determinante para la forma en que los jóvenes se relacionan con ella. La pandemia del COVID-19 ha puesto de relieve hasta qué punto dependemos de las pantallas. Disponer de accesos de buena calidad y de redes sociales más desarrolladas constituye una ventaja evidente.
En realidad, hace ya mucho tiempo que la tecnología es un factor esencial del éxito escolar, la vida profesional, las actividades sociales y el entretenimiento. El paso a la educación por Internet, el teletrabajo y la vida social en línea, así como las experiencias y consecuencias derivadas de ello, no han hecho más que acelerar esa tendencia.
A fin de cuentas, la “informática por defecto” ha puesto de relieve las desigualdades previas. Este hecho debería incitarnos a crear una sociedad informática más inclusiva para todas las generaciones.
Lecturas complementarias:
Una ocasión para reinventar la escuela, El Correo de la UNESCO, julio-septiembre 2020
Surgen alarmantes brechas digitales en el aprendizaje a distancia
Zoomers, en sus propias palabras, El Correo de la UNESCO, abril-junio de 2021
Suscríbase para descubrir los temas de actualidad de El Correo. La suscripción a la versión digital es totalmente gratuita.
Síganos en Twitter, Facebook e Instagram.