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En Tahití, la tradición al rescate de la laguna

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Comienzo de la zona rahui de Teahupoo.

Al sur de la isla de Tahití se ha restablecido la práctica tradicional llamada rahui, una prohibición de pescar durante un periodo determinado que tiene por finalidad facilitar la regeneración de la vida marina. 

Esther Cunéo

Periodista en Papeete (Tahití, Polinesia francesa) 

Lejos de la trepidante agitación de Papeete, capital de Tahití, la mayor isla de la Polinesia francesa, nos parece aún más serena la paz que reina bajo la lluvia en la jungla exuberante de esta región que ninguna carretera atraviesa. Nos hallamos al sudeste de la isla, en la península de Taiarapu, llamada en tahitiano por los ancianos el fenua here hia te atua (“territorio bienamado de los dioses”), o más comúnmente ahora el fenua aihere (“territorio salvaje”). Es la última zona isleña totalmente silvestre y de un verdor espléndido comparten dos aldeas costeras: Tautira, al este, y Teahupoo, al oeste. 

El bosque virgen que cubre ese territorio encierra aún numerosos marae, lugares sagrados que antaño fueron el escenario de celebración de los antiguos rituales polinesios. Por eso, los 600 habitantes de este “territorio salvaje” dicen que está impregnado por el mana, energía generada por la naturaleza. 

“El mana existe porque el territorio se ha preservado y, por lo tanto, este es un lugar mágico. No hay que construir carretera alguna por respeto a los que están en el más allá”, insiste la activista Annick Paofai, presidenta de la asociación “Defensa del ‘Fenua aihere’”. De hecho, los tribunales de justicia no han dado hasta ahora satisfacción a los pocos habitantes de ciudades que presentaron demandas para poder abrir pistas hasta sus segundas residencias. “Para vivir en el fenua aihere, sólo les queda la solución de venir a pie, en piragua o en barco”, recalca Annick. 

Pese a todos los esfuerzos por preservar el medio ambiente de la zona, la biodiversidad de su laguna marina empezó a degradarse hacia el decenio de 1990. Esa pérdida de biodiversidad se tradujo en la disminución de sus poblaciones de peces, la proliferación de especies invasoras como la estrella de mar devoradora de coral (Acanthaster planci) y la paulatina escasez de algunas especies emblemáticas como el pez cirujano (Paracanthurus hepatus) y el pez maorí (Cheilinus undulatus).

La llegada de pescadores foráneos, atraídos por una presunta abundancia de recursos pesqueros en la laguna, originó conflictos con los vecinos del pueblo de Teahupoo dedicados a la pesca. Ante esta situación, desde finales del precitado decenio se empezaron a formular peticiones para exigir que se reglamentara mejor la explotación de los recursos pesqueros de la laguna. “Algunos pescadores de aquí estaban atemorizados y me pidieron que se creara una asociación para restablecer la práctica tradicional del rahui”, dice Annick Paofai. 

Una norma política y sagrada a la vez

Caído en desuso durante decenios, el rahui es una norma consuetudinaria por la que se restringe o se veda el acceso a un espacio marítimo determinado y se prohíbe que se extraigan de él uno o varios de sus recursos naturales durante un lapso de tiempo establecido. Decretada por un clan o un jefe consuetudinario, esa prohibición revestía en sus orígenes el carácter político y sagrado de todo tabú. En efecto, los interdictos o tabúes temporales, denominados tapus, se pronunciaban mediante un conjuro sagrado formulado por un ari'i (rey) o un tahu'a (médium) que ponía en comunicación el mundo de los muertos con el de los vivos. A este respecto, Gérard Parker, exalcalde de Teahupoo, nos señala que “en el siglo XVIII, el rey guerrero Vehiatua puso en vigor el rahui en esta localidad, castigando con la pena de muerte a quienes lo infringieran”. 

“La intervención del mundo de los espíritus que dictan a los vivos el tapu dura todo el tiempo que la naturaleza –árboles, animales y peces– necesita para regenerarse”, precisa Yves Doudoute, fundador de la asociación Haururu y ardiente defensor del patrimonio cultural. La clave de la eficacia de la regeneración es el mana, elemento esencial de la cultura tahitiana. “Antes de entrar en contacto con el mundo occidental los nativos de Tahití no vivían en la naturaleza, sino en relación con una serie de entidades sacralizadas”, ha escrito Bernard Rigo, exresponsable del Laboratorio de Investigaciones en Ciencias Humanas de la Polinesia Francesa (LARSH). 

Cuando las autoridades propusieron crear una zona marina protegida para atender las peticiones de los pescadores de la región, éstos se mostraron reticentes. En cambio, aceptaron de buen grado la propuesta de instaurar el rahui. A este respecto, Yves Doudoute afirma que “el rahui es más eficaz que una prohibición administrativa porque su ‘índole sagrada’ le imprime una mayor fuerza disuasoria”. Por su parte, Bernard Rigo confirma este parecer señalando que “es muy escasa la capacidad de persuasión de un poder meramente humano cuya sanción es aleatoria, [mientras que en el caso del rahui] el castigo es inevitable porque transgredir el tabú supone una ruptura del circuito sagrado cuya consecuencia es que toda la energía se vuelve contra el transgresor”.

Retorno de las poblaciones de peces

En la Polinesia francesa, los habitantes de la isla de Rapa (Archipiélago de las Australes) y de la isla de Maiao (Archipiélago de las Islas de la Sociedad), fueron los primeros en restablecer el rahui en algunas partes de sus territorios a principios del primer decenio de este siglo. 

En la península de Taiarapu hubo que esperar al año 2014 para que se estableciera un rahui que protegía 750 hectáreas de la laguna marina del este. La adopción de esta medida fue fruto de la labor de un comité gestor integrado por representantes de autoridades municipales, pescadores, asociaciones locales, científicos y funcionarios encargados de la protección del medio ambiente. “Esa práctica consuetudinaria había caído en desuso aquí desde mucho tiempo atrás y costó bastante restablecerla”, dice Annick Paofai. Gracias a la tenacidad de los habitantes del fenua aihere, desde 2016 se beneficia de la protección jurídica del Código del Medio Ambiente francés, que en su Artículo LP 2122-1 dispone que “el rahui es un espacio terrestre o marino en el que se aplican, con arreglo a la tradición, normas no escritas impuestas por un imperativo de buena gestión de los recursos naturales”.

El rahui de la península de Taiarapu abarca el 5% de la laguna marina. Seis años después del establecimiento del rahui es obvio que se ha producido el retorno de las poblaciones de peces. Esto no quiere decir que el comité gestor vaya a levantar la prohibición de pescar, al contrario, piensa incluso en perpetuarla por temor a que se produzca de nuevo un declive de las especies marinas. 

“Los peces han vuelto, pero en poco tiempo mermarán considerablemente sus poblaciones si el rahui deja de aplicarse”, advierte la presidenta de la asociación “Defensa del ‘Fenua aihere’”. En efecto, las aguas de la laguna marina, hoy pletóricas de peces, siguen suscitando la codicia de los furtivos. Aunque sólo hay un guarda designado oficialmente para vigilar el vedado de pesca, los vecinos del sitio permanecen en estado de alerta. “Algunas noches vemos cómo se encienden mori pata (linternas) en la laguna. Cuando eso ocurre, acudimos todos, listos para intervenir si es preciso”, agrega la presidenta. 

Lograr la protección del litoral

Algunos habitantes del fenua aihere desean ahora que la actual zona marina protegida se extienda a las costas adyacentes para crear así un área terrestre-marítima sin solución de continuidad. “Una protección adecuada de la zona marina exige que se proteja a la vez el litoral vecino, pero convencer de esto a los ribereños no va a ser cosa fácil”, admite Annick Paofai. En efecto, el itinerario de marcha a pie trazado en la vecina franja costera del Te Pari, espectacular por sus acantilados de basalto, es muy frecuentado por los turistas senderistas. El pequeño rincón paradisíaco todavía sigue estando a salvo de las consecuencias de actividades humanas, puede correr el peligro de que le ocurra lo mismo que a la laguna marina de Papeete que en cada estación lluviosa se atasca por el aluvión de vertidos facilitado por la urbanización de las laderas montañosas circundantes. 

Arraigado en la tradición, el rahui se ha impuesto con el paso de los años como método de gestión sostenible de los recursos marinos. Según un estudio de la empresa Alvea Consulting publicado en 2019, esta práctica tradicional goza del apoyo del 90% de los habitantes de la Polinesia francesa. Yves Doudoute, que aboga ahora por que se establezca un rahui al norte de la isla de Tahití, en la zona del valle del río Papenoo, dice lo siguiente a este respecto: “Es un dato tranquilizador porque demuestra que pensamos que hoy en día podemos vivir gracias a este sistema, al igual que nuestros antepasados. Debemos volver a abrazar la idea de lo sagrado, esto es, del bien común. No tenemos otra opción. Cuando uno vive en una piragua, no le queda más remedio que unirse a la naturaleza y ser parte integrante de ella”. 

Hoy en día, el rahui goza del apoyo del 90% de los habitantes de la Polinesia francesa

Lecturas complementarias:

Cuando bebas agua, recuerda la fuente, número de El Correo de la UNESCO de enero-marzo de 2019 dedicado a las lenguas y conocimientos indígenas.

 

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