Artículo

Acogida versus hostilidad

Los vecinos del barrio londinense de Haringey han reaccionado contra la política de hostilidad hacia los inmigrantes, lanzando una campaña para acogerlos que desafía a la legislación británica relativa a la migración. En una demostración práctica de que siempre es posible llegar a un entendimiento, colaboran con las comunidades locales y, al mismo tiempo, están consiguiendo que el gobierno central financie algunos de sus proyectos. Se abre camino la idea de aunar fuerzas con vistas a crear un barrio más acogedor para los migrantes.

Por Gabriela Neves de Lima

En Europa, las comunidades locales se hallan en primera línea para conseguir la integración de los migrantes y refugiados, desde que estallara a comienzos del decenio de 2010 la “crisis de la migración”. Algunas de esas comunidades actúan en el marco de programas gubernamentales y otras lo hacen voluntariamente. La organización Haringey Welcome (“Bienvenidos a Haringey”) ha decidido, por su parte, adoptar un enfoque colaborativo con las autoridades, sin dejar por eso de ser una entidad militante independiente que asume posiciones más beligerantes cuando la situación lo exige.

Contra la injusticia social, la obligación moral

Esta organización se fundó sobre la base del principio de “solidaridad política“ que, según la filósofa estadounidense Sally Scholz, es la obligación moral positiva que induce a las personas a llevar a cabo una acción colectiva ante situaciones caracterizadas por la injusticia o la vulnerabilidad social. La ideología de “Bienvenidos a Haringey” se sitúa en los antípodas de la llamada política de “entorno hostil”, según precisa Lucy Nabijou, coordinadora del grupo de vecinos del barrio iniciador de la campaña. “Tratamos –dice– de hacer una labor de solidaridad y justicia, de defender un conjunto de valores, de cuestionar las leyes nocivas y de intentar colaborar realmente con las autoridades locales para mejorar los servicios públicos”.

El 45% de los vecinos de Haringey ha nacido en países extranjeros y un 5% de ellos se ha domiciliado en este barrio desde hace algo menos de dos años, convirtiéndolo así en uno de los lugares más cosmopolitas de Londres. En un informe del consejo municipal de fecha 15 de noviembre de 2016 se decía: “Haringey se ufana de su tenaz tradición de ser un lugar hospitalario para refugiados y solicitantes de asilo, así como para aquellos que han optado por reasentarse en Londres. Personas de todos los rincones del mundo se han establecido aquí durante generaciones, haciendo así de nuestro barrio uno de los más abiertos y heterogéneos del Reino Unido”. Fue más o menos por ese año cuando los fundadores de “Bienvenidos a Haringey” iniciaron sus primeras acciones para reclamar que se aplicaran en su barrio las medidas del gobierno central sobre el reasentamiento voluntario de refugiados sirios. La presidenta del consejo municipal de ese entonces, Claire Kober, se comprometió a albergar a diez familias sirias a fin de “asegurarles un domicilio y proporcionarles la ayuda necesaria para rehacer su vida”.

En opinión de Nabijou, la eficacia de la labor del consejo municipal se ve mermada por la insuficiencia de medios financieros, de programas de formación y de un diálogo adecuado con los vecinos y grupos comunitarios del barrio. Por este motivo, “Bienvenidos a Haringey” ha adoptado un enfoque más colaborativo en sus negociaciones con el consejo, haciendo hincapié en la necesidad de crear nuevos cauces de comunicación y establecer relaciones de confianza.

La organización –insiste Nabijou– no tiene por finalidad persuadir a los ediles y funcionarios del consejo de que deben conculcar las disposiciones de la ley nacional, sino convencerles para que trabajen con más transparencia y responsabilidad, sirviéndose mejor de los instrumentos de que disponen para prestar a los migrantes y refugiados los servicios apropiados.

El consejo municipal de Haringey parece haber emprendido ya este rumbo. En efecto, en septiembre de 2018, gracias a fondos proporcionados por el gobierno central, inició el programa “Connected Communities” (Comunidades conectadas) destinado a prestar más apoyo a los migrantes para la obtención de empleo y vivienda, el aprendizaje del inglés, la atención y cuidados a sus niños y el fortalecimiento de la autonomía de sus comunidades. Aunque se ha congratulado por esta iniciativa, Nabijou ha expresado tres reservas sobre: el hecho de haber optado por una acción estrictamente local; el riesgo que corre la viabilidad del programa con el flujo de financiación actual; y la capacidad de este para prestar ayuda a los grupos de migrantes más vulnerables.

Otro hecho notable es que los ediles del consejo municipal apoyaron una moción presentada por “Bienvenidos a Haringey” en noviembre de 2018, lo que representa, según Nabijou, una excelente ocasión para “poner todos los problemas encima de la mesa y replantear por completo el sistema de gestión local”.

Relaciones sociales en peligro

La necesidad de recomponer esa gestión local es fundamental en un contexto de cambio radical de las relaciones sociales. En efecto, la política denominada de “entorno hostil”, que apunta sobre todo a hostigar a los migrantes indocumentados y desalentar a los que aspiran a cruzar la frontera, afecta de hecho al conjunto de la población. Las políticas en materia de migración no sólo involucran a los distintos ministerios y administraciones locales en el control de las fronteras y la gestión del flujo migratorio, sino también a las empresas privadas y al ciudadano corriente. En la práctica, se están trazando fronteras en el interior mismo del país. Todos los aspectos de la vida social son objeto de vigilancia y denuncias potenciales, lo que incrementa el riesgo de que se deporte a los migrantes. Tanto estos como los solicitantes de asilo renuncian a buscar acceso a los servicios básicos.

Los arrendadores privados de viviendas tienen la obligación de comprobar si sus futuros inquilinos disponen de un permiso para residir en el país y deben, además, conservar la prueba pertinente de ello, so pena de pagar una multa o ir a la cárcel por un periodo de hasta cinco años. Al haberse redefinido de modo más restrictivo la categoría de “residente permanente”, se ha limitado el acceso a la atención médico-sanitaria gratuita, y a los migrantes temporales de países que no son miembros de la Unión Europea se les ha obligado a pagar una sobretasa anual por la duración de su estancia en el territorio. Entre 2016 y 2018 se ha venido exigiendo a las escuelas que proporcionen información sobre los niños de familias migrantes. No obstante, la recogida de esa información se ha suspendido como resultado de una campaña de acción actualmente en curso para exigir la destrucción de los datos ya acopiados.

Las investigadoras británicas Nira Yuval-Davis, Georgie Wemyss y Kathryn Cassidy, que se interesan en los cambios realizados en la legislación migratoria del país, han llegado a la conclusión de que sus disposiciones suponen “exigir a los ciudadanos corrientes que cumplan funciones de guardias fronterizos o considerarlos sospechosos de colaborar con la inmigración irregular”. Un pariente, un amigo o un vecino cualquiera puede convertirse en delator. Tal y como indica la antropóloga letona Dace Dzenovsca, los conflictos personales pueden llegar a mezclarse en esta peculiar “defensa” de las fronteras. Estas prácticas deterioran las relaciones políticas y sociales al suscitar temores, sospechas y tensiones en el seno de las comunidades y poner en peligro la solidaridad y la convivencia entre ellas. También es importante señalar que algunas categorías sociales pueden verse desproporcionadamente afectadas por la adopción de este tipo de políticas debido a su condición étnica, social o de género, lo que indica hasta qué punto son frágiles los derechos de estas categorías de personas.

Aunar fuerzas

En este contexto, “Bienvenidos a Haringey” aspira a contribuir a la modificación de las relaciones sociales in situ creando redes de solidaridad en el barrio. La organización ha trabajado, por ejemplo, con los centros docentes para sensibilizarlos a las repercusiones de la política de “entorno hostil”. También ha logrado el respaldo de otros grupos comunitarios locales y de organizaciones de apoyo a los migrantes, para que colaboren en la tarea de transformar el barrio en un sitio más acogedor.

Al estrechar lazos de ese tipo y trabajar directamente con ediles municipales y funcionarios estatales, “Bienvenidos a Haringey” fomenta la colaboración múltiple entre todos los interesados. Un medio de lograr plenamente esto consistiría en solicitar al Fondo de Control de las Migraciones del Ministerio de Vivienda, Comunidades y Gobierno Local subvenciones destinadas a financiar los programas de integración de migrantes y constituir un grupo de trabajo integrado por ediles del consejo municipal, organizaciones de migrantes y expertos jurídicos para elaborar un plan estratégico en favor de los grupos de migrantes, con especial atención a los más vulnerables.

Nabijou estima que, más allá de sus repercusiones políticas, la campaña de “Bienvenidos a Haringey” tiene un efecto colateral de fundamental importancia. “Gracias a la movilización suscitada –afirma– la gente conoce a sus vecinos, encuentra a personas que no conocía antes y se informa mejor de lo que sucede. Todo esto forja un sólido sentimiento de pertenencia a la comunidad, que acaba por transformar el lugar donde se vive”.

Foto: UNESCO Associated Schools Network

Gabriela Neves de Lima

Politóloga brasileña, Gabriela Neves de Lima ejerce como adjunta de investigación en el Departamento de Geografía y Medio Ambiente de la London School of Economics and Political Science (Reino Unido). Es coautora de Cities welcoming refugees and migrants: enhancing effective urban governance in an age of migration (Ciudades acogedoras para refugiados y migrantes: mejorar la gobernanza urbana en la era de las migraciones), publicado por la UNESCO en 2016.

Cuando las ciudades se renuevan
Abril-Junio 2019
UNESCO
0000367693