
Me pregunta usted qué es el exilio…
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Algunas respuestas dadas en nuestras páginas por creadores exiliados
El exilio es siempre una desventaja. Pero el alejamiento permite que uno pose sobre su país, su pasado y su historia, una mirada un poco extranjera. Cuando uno habla de su tierra, titubea, va a tientas. Uno se siente frágil ante una situación que en todo momento puede escapársele. Tal vez se sienta más ternura. Otras veces se opta por el silencio, por la libre interpretación.
Abderrahmane Sissako, cineasta mauritano, El Correo de la UNESCO, 2000-10
El exilio es duro en el momento en que se siente la soledad. Una soledad más ligada a la memoria de lo esencial que cada cual arrastra que a los recuerdos ordinarios. Si no, estimo que el exilio no es algo doloroso porque no es solamente partir de su país hacia otras latitudes. Es también caminar hacia adelante, conocerse y habitarse. Después de haber vivido nuestros propios demonios y embelesos, necesitamos saber quién es el Otro. Pero sigue existiendo un imperativo: conocerse primero. Después de lo cual el exilio se convierte en investigación. Hay que sumergirse en la geografía interior del Otro, teniendo mucho cuidado de no caer jamás en la tentación de pretender que sea un retrato de uno mismo, so pretexto de uniformar ciertos detalles.
Edouard J. Maunick, poeta de Mauricio, El Correo de la UNESCO, 1994-3
Durante mucho tiempo viajé con un corazón y un espíritu tranquilos, diciéndome que podría regresar a casa cuando lo deseara. Las cosas han cambiado con la crisis en Côte d’Ivoire. Tuve la impresión de que la puerta se cerraba bruscamente dejándome fuera. Me resultó difícil comprender lo que estaba sucediendo, cómo se había llegado a esa situación. Me sentí alienada, como si tuviera que retomar todo desde cero. El exilio comienza cuando no se tiene la posibilidad de recuperar el país que hemos dejado, cuando el camino de regreso se vuelve doloroso.
Véronique Tadjo, escritora y pintora de Côte d’Ivoire, El Correo de la UNESCO, 2008-2
Usted me pregunta qué es el exilio… Hace años, en un rincón tranquilo de Kabul, leí la traducción persa de Un hombre de Kabul, un relato de Rabindranath Tagore (…) Yo, que estaba al abrigo de la miseria y había conocido la guerra sólo a través de los libros, me veía también al abrigo del exilio hasta el final de mis días… En esa época ignoraba que un día, a mi pesar, la mano injusta de la Historia haría de cada afgano el Hombre de Kabul de Tagore, que la locura dividiría a todo un país dispersando a los afganos por todo el mundo, lejos de sus padres, madres, hijos y hermanos. No conozco entre mis allegados una sola familia a quien el desgarramiento del exilio no haya golpeado y que, sin haber leído Tagore, no haya vivido la historia del hombre de Kabul ni haya padecido su dolor en carne propia.
Spôjmaï Zariâb, escritora afgana, El Correo de la UNESCO, 2008-2
Cuando se vive el exilio no se tiene una verdadera identidad. En Camboya o en Francia, me siento bien y mal, en casa y forastero, lejos y cerca de todo. Esta distancia me interesa, permite una cierta perspectiva, ver más lejos, distinguir la forma. Un exiliado ha de saber aprovechar esto.
Rithy Panh, cineasta camboyano, El Correo de la UNESCO, 2000-10
Si el exilio es un recorrido iniciático, es también un ejercicio que pone a prueba nuestra autenticidad: es el abandono de las ilusiones, las utopías, las apariencias, para alcanzar cierta lucidez y aprender a distinguir lo bueno de lo malo, rechazando la falsa tolerancia, que permite una aparente paz interior, por la auténtica tolerancia, que exige la inmersión en lo universal (…) El exilio impuesto ha llegado a ser para mí un exilio voluntario en busca del tiempo perdido y de una resurrección espiritual. Aceptarlo supone en parte volver al menos a uno mismo.
Bujor Nedelcovici, escritor, ensayista y guionista rumano, El Correo de la UNESCO, 1996-10